Parece una obviedad tener que especificarlo, pero asumimos e internalizamos inconscientemente ciertos “saberes y normas” que rigen no sólo las conductas individuales sino, y sobre todo, aquellas de carácter social. Las líneas de este escrito pretenden recorrer un tema en boga en los medios de información, pero no por sus causas y consecuencias, sino por la espectacularidad como son presentadas. Y dicho tema no es más que el de las migraciones.

Desde que el mundo es Mundo, las migraciones humanas son un fenómeno que ha caracterizado el devenir histórico, siendo un elemento dinamizador del desarrollo social. De hecho, hay infinidad de estudios antropológicos que demuestran que el ser humano tiene su origen en un particular punto de este planeta (¿África?), y de ahí emigró por curiosidad o necesidad hacia diferentes geografías. De esta forma, las migraciones no constituyen una novedad en la historia, sino una característica inherente al desarrollo humano. Sin embargo, es innegable que desde fines del siglo XIX y en relación directa a determinado proceso social y económico, el fenómeno ha adquirido una dimensión masiva, de proporciones nunca antes vistas. Y este fenómeno lleva la marca indeleble del Capital, en su aspecto económico, y del Estado en su aspecto sociopolítico. Hoy día, y desde hace al menos 150 años, la migración es un proceso irregular y caótico a raíz de cuestiones ligadas íntimamente al propio desarrollo capitalista, en cualquiera de sus fases de apogeo: guerras, discriminaciones, persecuciones y pobreza. Sobre todo pobreza.

En las últimas semanas los medios de información han puesto el foco en la espectacularidad de lo que han denominado la “caravana migrante” hacia México y Estados Unidos por infinidad de caminantes hondureños y nicaragüenses en la búsqueda del trillado “sueño americano”. Pero es tan burda la manera de abordar la problemática, que no hace más que correr el foco de sus causas. Sin embargo, y por más duro que suene, ésta no es más que otra postal (a causa, también, de otras cuestiones de fondo) de lo que miles de personas vivieron y viven históricamente en cualquier parte del mundo. Sino pensemos en los procesos post-colonialistas en África y Asia, los procesos posteriores a las dos grandes guerras, la caída del muro de Berlín, y junto con él de los países títeres del Este, la guerra de los Balcanes, la España revolucionaria, los procesos militares en Sudamérica y un sinfín de etcéteras. De manera cíclica, las olas migratorias se configuran a partir de procesos más amplios de carácter político/económico.

Y creemos que ese es el punto crucial para entender el éxodo social moderno, ya que el mismo se encuentra atravesado por causas del propio desarrollo (auges y caídas temporales) del capitalismo como sistema relacional. Y dado que sus fundamentos se centran en la asimetría socio-económica de la explotación y opresión, la migración como fenómeno histórico-cultural está teñido de igual manera a partir no de la concordancia sino de la necesidad, la desesperación, la violencia y el no futuro. De acuerdo a esto último, el aspecto material y económico adquiere un relieve determinante para comprender los flujos migratorios.

Desde hace varios años se habla de la “crisis del capitalismo”, pero parece más una excusa de la geopolítica global para justificar estrategias proteccionistas y conservadoras “puertas adentro” de los Estados denominados del “primer mundo”. Pero sí es evidente constatar, desde la última crisis de 2008, conocida como burbuja inmobiliaria, cierta ralentización de la economía global, acompañado inexorablemente de un giro brusco, en materia política, a gobiernos de derecha de fuerte impulso nacionalista. De más está decir que la consecuencia inmediata es el cierre de la frontera estatal, un discurso xenófobo y una caracterización “del/a otro/a” como potencial delincuente/terrorista. Dicha posición puede resumirse en la frase de Donald Trump de que “los/as inmigrantes vienen a quitar puestos de trabajo”.

Lo que está claro, con lo expuesto hasta el momento, es que la inmigración como tal dejó de verse como un motor que da impulso y beneficios a las sociedades en general. La globalización, pese a ciertos posicionamientos que sostienen que las fronteras de los Estados-Nación tienden a debilitarse, ha configurado un nuevo mapa económico donde las potencias económicas no necesitan ya de la mano de obra foránea en su propio territorio, sino que con la deslocalización del Capital en determinadas geografías estratégicas les alcanza para seguir produciendo a gran escala. Por la globalización económica los centros neurálgicos se dividen entre los que producen a partir de la manufactura y la mano de obra barata (los denominados países periféricos y tercermundistas) y entre quienes les dan plusvalor y consumen (primer mundo y sus megápolis). Por esta (y otras cuestiones, desde ya) la inmigración hoy es vista casi en exclusividad desde su aspecto meramente negativo ya que no guarda relación con la estructura económica global. Y como economía y política van de la mano, desde hace al menos dos décadas los procesos populistas han dado lugar a gobiernos amparados más en cuestiones de índole nacionalista/conservador. Ejemplos tan disímiles como el Brexit inglés, el giro a la derecha más rancia en Brasil, el auge de los extremismos en Francia y Alemania (donde aún no son gobierno, pero sí actores principales), Trump en EEUU, son prueba fehaciente del cambio de rumbo a nivel global.

Para ir finalizando, algunas estadísticas de lo más elocuentes para entender que se entiende por inmigración en la actualidad:

  • Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) existen en el mundo alrededor de 258 millones de personas que por diversos motivos han debido abandonar su país de origen (un 49% más en relación al 2000)
  • En 2017, alrededor de tres cuartas partes de todos los migrantes internacionales estaban en edad de trabajar, en comparación con el 57% de la población mundial.
  • Los refugiados representan un 10% de los migrantes a nivel mundial. Los países de ingresos bajos y medios acogen a casi 22 millones (84% de todos los refugiados).
  • En gran parte del mundo, según la ONU, las migraciones ocurren principalmente entre países del mismo continente, especialmente en África y en Asia (87%) y en Latinoamérica (66%).
  • En América Latina se estima que de cada tres migrantes irregulares sólo uno llega al “sueño americano”. Otro es devuelto en el camino, y otro muere en el intento.

A modo de cierre (no definitivo)

Es un tema (la inmigración) que nos permite profundizar en otras cuestiones que históricamente han atravesado los posicionamientos ácratas; por lo tanto parece oportuno al menos indagarlos superficialmente. Esos asuntos hacen mención a la idea de “lo nacional”, “lo patriótico” ya que es común que florezcan a partir de los movimientos migratorios y su rechazo es casi inmediato, y lo peor, naturalizado.

Entre otros, estos temas fueron abordados por Mijail Bakunin en varios de sus acalorados escritos, y aunque la intención no es tomarlos al “pie de la letra”, ya que los contextos son muy diferentes a partir de lo meramente temporal, sí son faros a tener en cuenta al profundizar en la polémica. Para Bakunin “el Estado no es la patria; es la abstracción, la ficción metafísica, mística, política y jurídica de la patria. La gente sencilla de todos los países ama profundamente a su patria; pero éste es un amor natural y real. El patriotismo del pueblo no es sólo una idea; es un hecho; pero el patriotismo político, el amor al Estado, no es la expresión fiel de este hecho: es una expresión distorsionada por medio de una falsa abstracción, siempre en beneficio de una minoría explotadora (…) La patria y la nacionalidad son, como la individualidad, hechos naturales y sociales, fisiológicos e históricos al mismo tiempo; ninguno de ellos es un principio. Sólo puede considerarse como un principio humano aquello que es universal y común a todos los hombres; la nacionalidad separa a los hombres y, por lo tanto, no es un principio (…) Una patria representa el derecho incuestionable y sagrado de cada hombre, de cada grupo humano, asociación, comuna, región y nación a vivir, sentir, pensar, desear y actuar a su propio modo; y esta manera de vivir y de sentir es siempre el resultado indiscutible de un largo desarrollo histórico”. Aunque en esencia la idea rectora en los postulados de Bakunin es clara (y compartida), también es cierto que el propio desarrollo teórico (y social) dotó, a esas definiciones, con otros significados (e implicancias). Por eso son sólo faros.

Cuando se habla de “nación/nacionalismo” sus acepciones suelen ser abarcativas, ocasionando o posibilitando la confusión. Para ser claros desde “el vamos” entendemos que el nacionalismo es siempre reaccionario ya que persigue la función de darle cohesión y coherencia a un colectivo social a partir de ciertos preconceptos particulares, reduciendo una visión general de la vida. Demás está decir que esa particularidad es impuesta por lo simbólico/cultural y el uso de la fuerza, de esa forma la contradicción es inherente a su acotada percepción del mundo. O sea, el nacionalismo apela a crear UNA identidad colectiva definida históricamente en detrimento de la individualidad potenciada en el vínculo comunitario. De esta forma, es imperioso no confundirlos ya que ambos (nacionalismo y relación comunitaria) interpelan a la individualidad de diferente manera. Por eso desde el anarquismo siempre se fomentó, como pilares básicos de su ética, el internacionalismo, el apoyo mutuo y la solidaridad. Por el contrario, el posicionamiento identitario integral y homogéneo que fomenta el nacionalismo, por su estrechez, anula la posibilidad de cooperación entre las personas.

Vale aclarar que lejos está de nosotros/as el caer en un círculo purista que nos aleje de potenciales luchas. Por eso sostenemos que no vemos contradicción en acompañar, simpatizar e incluso compartir momentos de lucha con ciertos pueblos oprimidos por algún tipo de imperialismo, pero nuestra postura es y será clara y firme cuando esa lucha intente avanzar en el camino de una nueva forma de dominación que finalice en una nueva Nación/Estado.