Desde hacía tiempo que varios compañeros/as participaban de la campaña en solidaridad con Facundo Huala y la recuperación mapuche en Cushamen. Fue una noche mientras se hacía propaganda que se enteran algunos/as compas de Bs. As. A la mañana siguiente empezó una pesadilla.
— Che, sigue faltando uno. Parece que es el Lechu.
— En un rato llego. Tratemos de averiguar bien.
Estábamos al tanto del enfrentamiento en el corte, y de que faltaba una persona, pero no de que el Lechu estaba con los mapu. Unas horas después de muchos llamados y averiguaciones, se confirmaba. Los/as compas y los/as mapu en el sur ya se estaban moviendo. Había que avisar a la familia. En el medio, las discusiones y el tratar de organizar todo el tema del habeas corpus. Si se publicaba o no una foto después de hablar con la familia y ese tipo de cosas que nadie quiere pasar.
— ¿Seguro se llama Santiago Maldonado, no? Anótamelo en un papel que no le quiero decir “el lechuga” a la madre.
El primer llamado. Una madre que al principio desconfía, que no quiere creer lo que se le está diciendo. Quedamos en volver a llamar en un ratito y que nos diga el DNI del lechu.
— Hola, Estelita esta grande y queremos cuidarla. Hablá conmigo.
El mismo teléfono pero esta vez contesta una voz joven, que rápidamente confió en lo que escuchaba y que al no ser la madre, costaba menos ser directo a la hora de decir algunas cosas. Acuerdos mínimos y varias llamadas. Muchas llamadas.
— Seguramente te llamen desde la política y los organismos. Van a pedirles que viajen a capital.
*— Sí, ya nos llamaron y están organizando una conferencia de prensa. ¿Ustedes van? *
*— Dale. Vamos a acompañarlos a ustedes, de la prensa pasamos. *
Los primeros abrazos, las primeras discusiones y el intento de entendernos. (siempre resulta difícil explicar que no hay un “los/las anarquistas”)
*— Queremos que se entere todo el mundo. Que salga en todos lados. *
— Como quieran, esa es decisión de ustedes. Pero cuidado con los/as políticos/as.
— Si, pero necesitamos apoyo. ¿Ustedes qué dicen?
— Que van a tratar de decir que el Lechu era artesano y que la culpa es de Macri. Si ustedes no quieren decir que el lechu era anarquista no lo digan. A nosotros/as no nos cambia. Pero si niegan que estaba ahí en solidaridad con la lucha de los/as mapus, lo niegan a él, a ellos/as y a nosotros/as. Además, esto pasa con otros gobiernos, para nosotros/as el tema es el Estado.
Las primeras voces progres anuncian un “ataque de la RAM” y empieza la idea de infiltrados/as.
— Pusieron “Sebastián”, ni lo conocen.
— Yo llame a la mamá con el nombre escrito en un papel. No saquen conclusiones.
Los primeros días pasaron rapidísimo. Reuniones, acciones, discusiones y la lucha entre lo emocional y la racional.
Pocos días después, se realiza el acto en congreso por la libertad de Facundo Huala, organizado por esas multisectoriales donde participan algunos/as compañeros/as. El acto cambia de carácter sumando el reclamo por el Lechu y decidimos invitar a la familia y amigos del Lechu.
El “tire y afloje” de último momento con algunos grupos de la izquierda se tornan interminables. Otra vez el tema de “los/as anarquistas” y el pedido de un referente. Se decide que habla un familiar, varios oradores y se cierra con un pequeño texto que, con muy poco tiempo de antelación, se comparte con distintos grupos de compañeros/as y con los familiares del Lechuga.
— Miren, cuándo ustedes terminen de hablar, nosotros/as los/as acompañamos para que salgan rápido. No queremos que queden pegados a lo que pueda pasar.
*— Sabemos que es difícil de entender, pero no somos una organización. Nosotros/as, te garantizamos que vamos a hacer lo necesario para sacarlos de acá sin problemas *
— No queremos quilombo, traten de hablar.
— Sabemos que los/as otros/as anarcos/as no van a ponerlos a ustedes en riesgo. Pero a ustedes les falta un familiar y a nosotros/as un compañero. No vamos a intentar tranquilizar a nadie. ¿Qué piensan que hubiera hecho el lechu?
No es tan difícil hablar de violencia y entenderse cuando se habla con sinceridad, aunque no quiere decir estar de acuerdo. En pocos días, los/as amigos/as y familiares del Lechu que viajaron a capital, confiaron en la palabra de los/as anarcos/as que conocieron.
Para variar, alguno de la izquierda decidió cortar el sonido antes de que se lea el escrito. A nosotros/as, nos cabe la crítica de confiar. Por suerte no todos/as son así, y un compa con un megáfono lee un escrito. Con esa voz de fondo, se comienza a acompañar a la familia y amigos. Figurones de la política y de la prensa no entienden, quieren la nota o la foto. Pero con algunos entre dichos y un par de compañeros se garantiza que vuelvan a casa sin mayores problemas.
Unos días después, un par de compañeros/as se acercan a la carpa de trabajadores de Pepsico que estaban acampando frente al congreso y se vio en riesgo por los incidentes. No fueron disculpas, fue explicar lo que paso y hacerse cargo de poner la cara.
Crece el discurso de los infiltrados desde la política y los medios de prensa, incluidos los que se dicen alternativos.
En pocos días, se generan encuentros con compañeros/as que hacía años no veíamos. Surgen iniciativas, espacios para organizarnos, discutir y todo va rápido. Ahora el Lechu es tema nacional.
Infiltrados
Plaza de mayo. Está por empezar uno de los actos. La prensa espera las palabras de Sergio Maldonado y lo que hagan los/as infiltrados/as. Un grupo de compañeros/as se ubican en Av. de Mayo con una bandera grande, y reparten volantes. Las orgas piden permiso para ir pasando a la plaza, sin chistar. Solo la policía y la prensa se dedica a sacar fotos. Era un poco la idea. Llamar la atención, esperar que alguien acusara y dar un poco de espacio a los/as compañeros/as que quieran hacer otra cosa.
Dos compañeros caminan entre las columnas “encapuchados”, nadie dice nada. El escenario tiene mucha logística y “seguridad”. Unos hombres identificados con pecheras ven que quieran entrar sin “identificación”. No se llega a discutir, ya que alguien dentro del grupo de familiares y amigos los reconoce y pide que se los dejen pasar. Figurones, referentes de los derechos humanos y algún que otro político, se tienen que comer el garrón de tener que saludar a un par de los anarcos, que vienen acusando, aunque de una u otra forma los conocen.
Los “encapuchados” charlan con familiares y amigos y discuten en buenos términos con Sergio el tema de un comunicado.
*— Yo necesito la plaza llena, si lo hacemos como ustedes, van a ser 200 rompiendo cosas. *
— Nosotros/as sólo te estamos pidiendo que no lo nieguen. No quieren decir “anarquista” en el micrófono, no lo digan. Pero no traten de decir qué era otra cosa.
Como cada vez, alguien habla de la violencia. La explicación es la misma que las veces anteriores.
Demasiada prensa y referentes. No hay mucho más que hablar.
— Estamos encapuchados como estaba el Lechu, dejen de decir boludeces. A ver quién nos dice policía en la cara.
Con un poco de vergüenza, militantes más viejos se acercan a saludar como una forma de pedir disculpas. Otros miran con esa cara de desconfianza y miedo del que está pensando en llamar a la gorra.
Al día siguiente la prensa hablaría de los desmanes, los costos de reparar algunas cosas y todo lo conocido.
Son tres años.
Consideramos oportuno contar algunas cosas de las que vivimos. Un poco por dejar registro y otro para no dejar que sólo quede lo que escriben otros/as sobre nosotros/as. Sólo contamos algunas cosas que nos parecen pueden servir y podemos contar en primera persona. Si bien entre una y otra cosa, pasaron más situaciones, escribimos sobre lo que consideramos puede ser útil y tampoco es que se lleve una línea de tiempo fija.
No fuimos pocos/as los/as que dejamos algunas diferencias de lado para poder acordar con otros grupos de compas. Un ejemplo de eso fue los dos “periódicos” que logramos sacar sobre lo que estaba pasando con el caso del Lechu, uno al poco tiempo y otro al año. Muchos/as compañeros/as que hacía años no se acercaban a los locales o no participaban, “volvieron” y pusieron voluntad para activar. Sin mucho rollo, como la situación ameritaba. Como era esperable.
Quedan cosas sin saldar y que no sabemos si “sirven para la próxima”. Una, es el tema del uso político de una muerte o desaparición de un compañero. Proclamarse anarquista no nos hace inmunes a caer en eso, e incluso por momento resulta peor. Se hace lo mismo que se les critica a los demás pero creyendo que la definición ideológica nos pone a salvo. Por otro lado, cuando se busca “visibilizar” un tema, difícilmente se logre sin “la política”. El problema en eso es caer en la lucha por a quien pertenece el muerto, tomar un discurso victimista que reclama derechos o actuar como vanguardia.
Dos cosas que generaron ruido (entre varias) fue que desde el principio, desde este pequeño grupo se vinculó la muerte del Lechu con la de otros militantes. Seguimos pensando igual. Si las balas no pegaban el cuerpo de Mariano Ferreyra, podían haber matado a un compa anarco ese día. En el sur, el muerto podría haber sido un mapu, o cualquier otro/a militante solidario/a. Los/as iguala la entrega, la solidaridad. Claro que la desaparición del Lechu nos pegó más, pero años antes también nos juntamos con familiares de Mariano y fuimos solidarios/as en la medida de nuestras posibilidades. En ambos casos, fuimos claros/as. Nuestro límite era “la política”, y hoy lo sigue siendo.
La otra, fue el discurso. Intentamos ser claros, y sobre todo sinceros/as. El discurso del guerrero no entra en nuestra manera de pensar. El miedo no es algo que pretendamos ocultar, solo tratamos de manejarlo y expresarlo. Es por eso que preferimos ser quién abraza a un/a compañero/a o un familiar para llorar antes que ser quien solo proclama arengas incendiarias. El problema no es la violencia, sino el discurso que por momentos quiere envolverla.
Hubo mucho en lo que sé participó con otros/as compañeros/as y cosas que pensaron y llevaron a cabo otros compas/as. Sobre eso, nada que decir. Cada grupo o compañero/a vivió lo del Lechu a su manera y tomo sus decisiones. Ni vamos a contar su experiencia ni andar haciendo evaluaciones.