Un pequeño recorrido por las medidas tomadas por el gobierno de turno nos podrían explicar el lugar donde nos encontramos hoy: en el fondo. Si bien puede ser entendido como un juego de palabras, no lo es. El Fondo Monetario Internacional (FMI) es lo que se conoce como un prestamista de última instancia, donde uno acude cuando ya nadie te presta un mango, como el usurero del barrio que, se sabe, te mata con los intereses, pero te presta. Ojo, no es que los otros prestamistas internacionales son buenos: esto se disputa entre malos y peores. Tomemos por caso el préstamo realizado por el “compañero” Hugo Chávez a una tasa de casi el 16% en dólares (la misma que pagó Domingo Cavallo durante el Megacanje de 2001 y teniendo en cuenta que lo normal ronda el 3%). No necesariamente son bancos estos prestamistas, sino que los Estados se prestan entre sí, como el caso de Venezuela en 2005 o el Estado español que participó de la entrada en escena del FMI en 2001 (Blindaje). Pero, ¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿Es producto del azar, la inoperancia o algo intencionado? Veamos.

Salvando la grieta, se acuerda de un lado y de otro que el país se encontraba medianamente desendeudado (podemos recordar los discutidos pagos al FMI, al Club de París y a los fondos buitres), motivo por el cual, el mundo especulativo estaba ansioso por prestarle a la Argentina, a sabiendas que las ganancias serían espectaculares. Y se les pidió.

En general, uno pide plata prestada para iniciar un emprendimiento, comprar o remodelar la casa, comprar la heladera y cosas que sugieren, en un mundo donde dejamos de ser personas para ser consumidores o usuarios (que es lo mismo pero suena más amable y moderno), invertir para crecer, mejorar. Todos sabemos que si pedimos prestado para pagar la tarjeta de crédito, el alquiler, la luz o el gas o comer, entramos en un círculo vicioso del que es muy difícil salir. Pero no íbamos a entrar otra vez. No con el mejor equipo de los últimos 50 años.

La población confió en que la nueva camada de técnicos y profesionales devenidos en políticos iba a realizar una gestión muy superior a la realizada hasta aquí por los políticos de raza. Se nos habló de la eficiencia y de lo bien que realizaban su trabajo en la empresa de la que provenían, y de cómo volcarían ese saber en el Estado en beneficio de todos/as. Y lo hicieron.

En nombre de la eficiencia, comenzaron los despidos en el Estado, tachando de ñoquis y “grasa militante” a los ahora despedidos (que bien podían serlo, pero en lugar de auditar y demostrarlo, se optó por el “dedismo”, cuyo caso más reciente es el de TELAM), al mismo tiempo que se aumentaba el número de ministerios y de cargos con nombres y funciones irrisorias (rápidamente podemos recordar el ministerio para andar en bici, genial), pero con salarios altísimos que fueron ocupados por…familiares de funcionarios. Y se dio comienzo a una pendiente resbaladiza en la que aún hoy no hacemos pie. Despedir empleados es retirar plata para el consumo, que genera producción, que genera puestos de trabajo (que si bien entendemos como uno de los motores de la explotación capitalista, también reconocemos que en este mundo, tener un trabajo puede ser la diferencia entre comer o no). Por otro lado, están quienes interpretan que el aumento del consumo genera inflación. Puede ser. Pero fueron tan maravillosas las medidas tomadas por el equipo económico que caímos en un pozo en el que ya hemos estado: la estanflación, estancamiento económico con inflación.

Entre esas medidas podemos encontrar el aumento en combustibles (su dolarización para ser correctos), justificados por la seguida lluvia de inversiones que nunca vino y la reducción de las nefastas subvenciones, madre de todos los males; de hecho, la producción de hidrocarburos descendió y al día de hoy las petroleras no quieren vender combustibles (mayorista) a la espera de más aumentos. Como siempre, el argumento fue y es que la responsabilidad es nuestra, que gastamos mucho, que Uruguay gasta menos y que no lo merecemos (recordemos las palabras de González Fraga, Pte. del Banco Nación). Pero en el fondo se vislumbra que quien toma estas medidas, Juan José Aranguren (ex ministro de Energía, quien fuera CEO de SHELL y que aún hoy posee acciones de la empresa que debía haber vendido en 2016 y no lo hizo), que con estas medidas y varios contratos ganados en su gestión (pagando mucho más el combustible), aumentaron considerablemente, amén de tener todo en el exterior, como buen patriota. No es el único.

Todo el gabinete de Mauricio Macri tiene su dinero en el exterior y en lo que se llama cuentas off shore ¿Qué tiene de malo esto? Una cuenta off shore es algo que alguien hace para ocultar de donde sale el dinero y no pagar impuestos en el país en que reside. Y no es que precisamente nos importen los impuestos que sostienen al Estado, pero no deja de generar odio la perversión de un sistema donde los mismos que hacen las reglas que se imponen por la fuerza, las evaden y nos obliguen a sostenerlo con cosas tan básicas como en la comida a través del IVA… un impuesto.

Tratantes de personas, narcotraficantes, vendedores de armas, empresarios y políticos ponen su plata ahí para no rendir cuentas a nadie. Y esas cuentas están en dólares…

En Diciembre de 2015 comienza la causa del dólar futuro donde los que negociaban su precio (Quintana y Lopetegui, funcionarios de Hacienda) se encontraban de los dos lados del mostrador (es decir eran tenedores de esos dólares futuros) y de repente sufrimos una devaluación del 60 y pico por ciento. ¿Casualidad?

Al mismo tiempo que se nos hace cuesta arriba la vida por el aumento de su costo, a los grandes empresarios de servicios se les resuelve todo: condonación de 20 mil millones de dólares a las eléctricas Edesur y Edenor, quita de retenciones a la industria agroexportadora y a la minería, permiso para fusionar empresas de comunicaciones; no así a los industriales que con la apertura de importaciones, suba de impuestos y servicios, caída de consumo y elevación de la tasa de interés empieza a no convenir producir. Esto último, elevar la tasa de interés, es una medida que toma el Banco Central para tentar a los tenedores de dólares con la compra de Lebacs (letras del Banco Central, un bono) en pesos y evitar que la divisa extranjera se dispare. Fue tal la presión sobre el dólar que la tasa de interés llegó a un pico cerca del 70%, manteniéndose luego en la fabulosa suma de 47% ¿Qué quiere decir esto? Que en el futuro, cuando haya que pagar el vencimiento de esas LeBac, hay que darle un 70% más de lo que pagó por ellas que con el tiempo se torna impagable ¿y cómo repercute en el sistema productivo? Sencillo: quien posee el capital, en lugar de invertir en producción, lidiar con empleados, comprar maquinarias, negociar con proveedores la compra de insumos y preocuparse por colocar el producto por una ganancia, digamos del 50% (un montón), compra estos bonos y se sienta a esperar las ganancias sin ningún inconveniente y de manera legal. ¿Quién invertiría con ese escenario? Y es lo que está pasando. En lugar de lluvia de inversiones, se comprueban cierres de PyMes todos los días y podemos ver en los medios como esta bicicleta financiera beneficia a los de siempre, los amigos del Poder. Una vez más, y no sobra, aclaramos que esto es un análisis dentro del mundo que encontramos hoy, del que nos guste o no, formamos parte y donde perder el laburo nos lleva directamente a un camino de penas terribles, desde problemas en alimentación, salud física y mental y de relaciones con los demás; aunque a veces también abre otras posibilidades. No es el mundo por el que pugnamos, donde la producción capitalista y su explotación no es aceptada. A este presente y lo que genera le oponemos la Revolución Social.

Con los últimos temblores económicos, vimos como no pudieron (o no quisieron) frenar el avance del dólar. Infinidad de medidas y anuncios se sucedieron sin éxito (o mucho de él), hasta costarle el puesto al presidente del Banco Central Federico Sturzenegger. Pero ¿fue un fracaso su gestión o terminó de hacer lo que se deseaba? Lo que es seguro es que con la suba del dólar todos los integrantes del Gabinete son más ricos que antes y nosotros/as más pobres por la caída de lo que llaman el valor real del salario, es decir, cuanto podemos comprar con lo que nos pagan. Y no son los únicos. Hemos sido testigos de cómo Macri se decepcionó de sus colegas empresarios por no invertir como él esperaba y de Carrió pidiéndole al campo (al sector agroindustrial) que venda la cosecha para que ingresen dólares por la exportación, y éstos, en su libre derecho de hacer lo que se les canta (cosa que se le criticaba al gobierno anterior por intervenir), no liquidaron, especulando con la suba de la divisa y a la espera de la quita paulatina de las retenciones que, a mayor espera, menor impuesto.

Estas idas y vueltas, nos pone nuevamente en las puertas del FMI. Pero ahora sabemos que no es casualidad. En el año 2000 se produce el famoso “Blindaje”, que el FMI brindaría a la Argentina con una serie de requerimientos: reforma previsional, racionalización de la administración pública, reducción del gasto público, reestructuración de la ANSES y del PAMI, congelamiento del gasto primario público de la administración nacional y provincial.

Sabiendo a donde querían llegar, comenzaron con la lista antes que se requiera, y se llevó adelante la reforma previsional en Diciembre cuya masiva movilización social cuenta con presos al presente. El resto de la lista es lo que venimos escuchando día a día en los medios y que el gobierno se esfuerza por vendernos como el único camino posible y lo mejor que nos pasó en mucho tiempo.

Seguido a Sturzenegger asume Toto Caputo al frente del Central con la fama de “lobo de Wall Street” (muy esperanzador) como el mesías salvador, tomando una serie de medidas que nada logran (o sí, puesto que en febrero vende todas sus Lebacs y se pasa al dólar, que aumenta). El resultado a fines de Mayo es que desde principio de año se perdió un montón de guita (como 12 mil millones de dólares de reservas del Banco Central), aumentó el tipo de cambio y en una región como ésta, es sabido, se traslada a precios haciendo que algunos productos de la canasta básica subieran más del 50 por ciento en las góndolas…y eso es lo que más duro nos pega.

Y llega el primer desembolso del Fondo. La idea de estos desembolsos es la de frenar la corrida cambiaria y traer tranquilidad a los mercados. No lo logra. Del 20 al 28 de junio se fuga casi todo el desembolso en una corrida cambiaria. Mauricio Macri, muy hábilmente le explica la situación a su amigo Jorge diciendo “en el mundo pasan cosas”. Un genio.

Toda una batería de medidas que como resultado buscan bajar los salarios, que lo ven como un costo, y hacer que los/as laburantes paguemos la guita que se llevan al exterior y el ajuste. Hay que admitir que lo están logrando.

Al final, los técnicos que traían sus conocimientos del sector privado y ningún vicio de los políticos, resultaron ser y hacer lo mismo que los políticos, demostrando que el juego del poder y la política es una película donde todos los personajes son villanos que se mueven de un sector a otro sin inconvenientes, como pasando a través de una puerta giratoria. Y ese es el fondo en el que nos encontramos. Caer una y otra vez en promesas mesiánicas y vacías, en personajes que hablan lindo o que, al menos no hablan como los del otro lado de la grieta. De no tomar el control de nuestras vidas y hacernos cargo de todo, lo que podemos preguntarnos es si después de esta experiencia se verá revalorizada la política tradicional o de dónde vendrán los próximos salvadores para hundirnos.