“¿Vamos todos?, Skeeree y se hace así 🤘?” de esta forma nos explicaba Mario Mactas hace unos años el sentido de esta frase, originalmente popularizada por un famoso trapero que fue rápidamente apropiada por centennials alrededor del globo.

La palabra en sí misma no significa nada sino el sonido que se entiende de la frase en inglés “let’s get it”, pero termina englobando una forma de ver, comportarse y mostrarse a los/as demás. De esta forma la expresión tuvo su breve momento de fama convertida en memes, hashtags y con el gesto que la acompaña en fotos en las redes sociales. Poco tiempo después cayó en desuso como muchas otras que suelen ir y venir hasta que quedan perdidas en los rincones de la red.

Sin embargo, existen otras palabras que contienen de igual manera una forma de ver el mundo y comportarse, pero no desaparecen sino que al contrario, lentamente, comienzan a formar parte del caótico proceso de la comunicación.

Para poder perdurar, no solo hace falta que las palabras sirvan para expresar un pensamiento. Tienen que convertirse en un conocimiento compartido, es decir que toda la comunidad tiene que aceptar tácitamente que esa es la manera de expresar determinado pensamiento. El lenguaje debe ser comunicativo y convencional, dos requisitos de diseño para una lengua, que a menudo entran en tensión.

La comunicación humana fue fundamental para nuestra supervivencia como especie. Hay quienes afirman que nuestra capacidad de comunicarnos a través del lenguaje nos dio la posibilidad de sobrevivir y que colaboró en el desarrollo del apoyo mutuo y las relaciones solidarias, ya que logramos manifestar nuestras necesidades y compartir nuestros conocimientos.

“¿Por qué es interesante la lingüística? La respuesta más sencilla es que el lenguaje es una ventana a la naturaleza humana. Una de las cosas más sorprendentes que hace la mente humana es adquirir el lenguaje. Buena parte de nuestras vidas está mediada por el lenguaje: a través de él explicamos lo que sabemos, compartimos nuestro conocimiento y emociones. El lenguaje también es una manera especialmente rigurosa de entender lo que nos impulsa.” Steven Pinker.

El lenguaje, la comunicación, los signos y significados operan en conjunto en nuestro cerebro y de la misma forma en nuestro desarrollo como sociedad, creando un campo de estudio e interés enorme y sorprendente del que se escribe constantemente. Por lo que no ahondaremos en los estudios de la lingüística ni de la filosofía ya que esto escaparía al alcance de esta nota.

Por el momento lo que si nos interesa es reflexionar acerca del uso de la palabra en la actualidad, cómo pensamos nuestra comunicación y cómo entendemos que si ésta fue parte crucial para la supervivencia de la especie, lo es también para el cambio social. Para la revolución, las revueltas, o mínimamente para que nuestras ideas se entiendan.

Históricamente la difusión de las ideas en los ámbitos revolucionarios fue una tarea fundamental y hoy por hoy no estamos exentas/os de esa responsabilidad, ¿pero qué pasa cuando las palabras son propensas a significados muy distintos dependiendo quien las utilice? ¿O al contrario cuándo estas ya van acompañadas de todo un universo de interpretaciones, acciones y formas con conceptualizaciones propias dentro de determinado grupo? De esta forma podemos terminar con palabras que son efímeras en el meme del momento o que solo tienen vida dentro de las redes. O, mucho peor, que son solo entendidas por un grupo reducido deiluminados/as.

“El capital no tiene más la necesidad de recurrir en absoluto al elemento obrero clásico para realizar la producción. Este elemento acaba por volverse secundario en cuanto que lo que se vuelve elemento central es la capacidad de modificación del capital intelectual. “ A.M Bonanno

Bonanno, en alguna de sus múltiples charlas, hace mención y problematiza el lenguaje y la comunicación, invitándonos, también, a reflexionar acerca de este tema de manera urgente.

Plantea que “[los/as] privilegiados del futuro se encontrarán a grosso modo, en la condición en la cual se encontraron en el medievo los caballeros teutónicos, los cuales eran sostenedores de una ideología dirigida a fundar una minoría de “iguales” y de “igualmente” privilegiados, recluidos dentro del castillo rodeado de muros, circundado por los miserables, obviamente siempre preparados a intentar entrar en el castillo.”

No faltan ejemplos del mundo de la política que puedan asimilarse a lo que plantea el compañero, seguramente muchos tengan que ver con el progresismo y las corrientes que buscan hacer del lenguaje una herramienta punitiva contra los miserables.

“¿Qué tratarán de hacer los privilegiados? Tratarán de separar a los excluidos, aquellos que estarán fuera, de los incluidos. ¿Separar cómo? Cortando la comunicación. Esto es el concepto central de la represión del futuro, concepto sobre el cual, se debería tener la máxima profundización. Cortar la comunicación significa dos cosas: construir un lenguaje reducido, modesto, con un código absolutamente elemental para suministrarle al excluido, para que pueda utilizar los instrumentos terminales, extremadamente fáciles y por lo tanto para que puedan callarse. Suministrar, del otro lado, a los incluidos un lenguaje “de los incluidos”, para hacer andar adelante su propio mundo, a través de aquella utopía del privilegio y del capital que se proyecta un poco por todas partes. Ésto será un auténtico muro: la falta del lenguaje común. Ésto será el verdadero muro de la cárcel, no fácilmente superable.”

Esta problemática - no fácilmente superable - se ve reflejada en las constantes discusiones acerca de la falta de comunicación y entendimiento, las múltiples grietas donde las palabras van de un lado al otro pero las/os interlocutores no se dan la posibilidad de llegar a acuerdos en común sino solamente a destilar el odio y defender su posición con uñas y dientes.

Problemática que se vuelve incluso más compleja al sumar los avances tecnológicos que hacen posible que los cambios sociales y culturales se desarrollen a mayor velocidad, los procesos que antes tomaban décadas en asimilarse ahora podrían tomar solo algunos meses. Tenemos a disposición cantidades inmensas de información, y esto no siempre se traslada en un mayor conocimiento de lo que nos rodea, muchas veces solo podemos responder con impulsos o emociones y otras con la intuición de lo que es correcto.

Pero esto no es suficiente, quienes construyen este muro que es el lenguaje de las/os incluidas/os no tienen problema en dejar al grueso de las personas al borde del abismo, planteando soluciones a problemas que tienen como finalidad alejar la crítica radical de los verdaderos padecimientos que nos plantea esta sociedad capitalista. Con la pérdida del lenguaje en común no sólo se pierden las palabras, o los símbolos, lo que se pierde es la capacidad radical de transformar esta sociedad desde sus cimientos.

“Pero aquello que cortarán, compañeros, junto al lenguaje, será también el concepto de igualdad, el concepto de solidaridad, el concepto de humanidad, de fraternidad. El incluido de mañana no se sentirá humanamente y fraternalmente similar al excluido, lo verá como otro. El excluido de mañana estará fuera del castillo teutónico, no verá al incluido como su posible hermano post-revolucionario de mañana. Serán dos cosas distintas. “

El lenguaje puede usarse para afianzar las relaciones solidarias, el compañerismo, la amistad, el entendimiento mutuo en un mundo que tiene su base en la desigualdad. Nos encontramos desde las palabras como iguales para proyectar ideas conjuntas. Pero de igual forma el lenguaje se usa para discriminar, vigilar y castigar a quien habla distinto. De un lado será para poder separarse de una clase social que les incomoda y del otro para asegurarse que su grupo de incluidos/as no se vea contaminado por elementos extraños, usando el lenguaje de lo políticamente correcto para así inaugurar una de las formas represivas del futuro.