En informática, se le llama vulnerabilidad a una debilidad presente en un sistema. Al explotar una vulnerabilidad un/a atacante puede conseguir acceso a información privada y tomar control de una aplicación o de un sistema informático.
Pero existe una técnica dentro de los ataques informáticos conocida como ingeniería social, que puede incluso ser mas eficiente. Esto no es mas que aprovecharse del comportamiento humano de forma que entreguemos información sensible o acceso a lugares restringidos sin cuestionarlo demasiado.
Es así como un gesto y una sonrisa son suficientes para poder entrar a un edificio sin necesidad de una llave, pero también es común que se obtengan contraseñas o números de tarjetas de crédito con una llamada telefónica.
Esto se debe a que existen algunas vulnerabilidades en los seres humanos que pueden ser explotadas de diversas formas, lo dijo claramente Sean Parker ex-presidente y co-fundador de Facebook:
“El razonamiento que condujo a construir estas aplicaciones, de las cuáles Facebook es la primera, para que realmente lo entendamos, ese razonamiento se trató de ver cómo logramos consumir la mayor cantidad de tu tiempo y atención consciente que sea posible. Y eso significa que tenemos que darte algo así como un toquecito de dopamina cada tanto, porque a alguien le dio ‘me gusta’ o comentó una foto o una publicación o lo que sea, y eso hará que aportes más contenido, y eso hará que recibas más ‘me gusta? o comentarios… es un circuito cerrado de retroalimentación de validación social.”
“Es exactamente la clase de cosa que se le ocurriría a un hacker como yo, porque explotamos una vulnerabilidad en la psicología humana… Y creo que los inventores, los creadores… yo mismo, Mark [Zuckerberg], Kevin Systrom en Instagram, toda esta gente, lo entendíamos, conscientemente, y lo hicimos de todas maneras”.
La dopamina es un neurotransmisor, un químico liberado por las neuronas que es fundamental en las adicciones y el cual provoca estados de bienestar y es necesario para generar relaciones sociales y afectivas. Pero como vemos es una vulnerabilidad que puede ser explotada.
El hecho de saber que se va a recibir un like en Instagram o Facebook o al esperar recibir un mensaje, produce que los niveles de dopamina aumentan, lo que nos hace seguir “conectados” esperando siempre por más. No hay otra forma de explicar la masiva atención que se le presta a las pantallas en estos tiempos sin entender las fluctuaciones de dopamina, este es el combustible que mantiene a las personas activas generando dinero para las empresas por medio de anuncios. Una persona toca en promedio 2.617 veces su teléfono al día, lo revisa cada 15 minutos; los/as adolescentes pasan mas de 9 horas conectados, los/as niños 6 horas.
“Los ciclos de retroalimentación a corto plazo impulsados por la dopamina que hemos creado están destruyendo el funcionamiento de la sociedad. Sin discursos civiles, sin cooperación, con desinformación, con falsedad. […] Es un problema global. Está erosionando las bases fundamentales de cómo las personas se comportan ante sí y entre ellas”. Chamath Palihapitiya, Ex-Ejecutivo de Facebook.
Los hábitos que generamos usando el teléfono o navegando en internet van entrenando nuestra atención para sólo motivarse cuando puede haber una recompensa. Esto, en conjunto con el multitasking (hacer varias cosas a la vez), teniendo varias pestañas abiertas en el navegador o ir cambiando de aplicaciones en el teléfono hace que vivamos en un estado de continua atención parcial, que estemos poco tiempo en muchas partes a la vez.
Esto tiene consecuencias, hoy nos encontramos que para algunas personas es difícil enfrentarse a largos bloques de texto. Hace tiempo que comenzó a utilizarse una expresión para esto en internet TL-DR (demasiado largo, no lo leí) para colocar resúmenes del texto al principio o final del artículo ya que nadie espera que se mantenga la atención por tanto tiempo. Esto es un problema serio, ya que lo que realmente fortalece la mente es la concentración sostenida, no el multitasking.
Por supuesto que todo esto no es más que una nueva vuelta de tuerca en cuanto a la explotación de las vulnerabilidades humanas usando medios tecnológicos, pero es algo que se ha dado en toda nuestra historia. Ya en el siglo V a.c los sofistas vivían de entrenar políticos en el arte de convencer a la gente de cualquier cosa, para eso usaban el lenguaje de una forma muy persuasiva, haciendo uso de trampas lógicas conocidas como falacias y aprovechando ciertos sesgos cognitivos. Lo mismo que siguen haciendo los políticos 2500 años después, sólo que con mas marketing y globos de todos los colores.
Una falacia lógica es, simplemente, el mal uso de la lógica que resulta en un argumento que parece válido pero que no lo es. Existen múltiples tipos de falacias, nombremos sólo algunas para compartir el concepto. El “argumento de autoridad” es el que defiende la validez o falsedad de una premisa a partir de la opinión de un experto o alguna autoridad (real o pretendida) al respecto. Por ejemplo:
– No creo que hubiera tanta gente en la marcha.
– Claro que sí. Salió en los diarios.
O el argumento desde la ignorancia. las premisas de este tipo suponen que dado que algo no se ha probado que es falso, tiene que ser verdadero. También puede darse al contrario, es decir que diga que dado que algo no se ha probado que es verdadero, es falso.
– Como no podés probar que Dios no existe entonces tiene que existir.
Pero no son sólo las falacias lógicas las que nos impiden razonar sin cometer errores. También nos vemos limitados por nuestra propia biología. La marca de la evolución de la especie en nuestros genes, así como las conexiones que crean las neuronas en respuesta a estímulos externos, influyen en nuestra manera de pensar. Esto es lo que se conoce como sesgos cognitivos.
Si las falacias lógicas son errores en el uso de la lógica, los sesgos cognitivos son vulnerabilidades en nuestra manera de pensar que surgen debido a fallos de memoria, atribuciones sociales o culturales e incluso a la propia evolución de nuestro cerebro. Los sesgos cognitivos pueden que existan para ayudarnos a procesar la información de manera más eficiente, sobre todo en situaciones de riesgo. Si un arbusto se mueve puede ser el viento, o puede ser un tigre dientes de sable a punto de atacar, mejor correr que ponerse a pensar y analizar la situación. Sin embargo, hoy los riesgos son sustancialmente diferentes y el hecho de descartar muchos datos a la hora de analizar una situación nos puede llevar a cometer errores importantes.
Las cámaras de eco que forman las redes sociales tienen éxito gracias a un tipo de sesgo particular, el sesgo de confirmación. Este consiste en, normalmente de manera inconsciente, seleccionar los datos o la información que confirmen las hipótesis propias, sin hacer caso a todos los ejemplos que la puedan poner en duda o contradecirla.
Se tiene un exceso de confianza en los datos que confirman nuestra posición al tiempo que se minimizan los que no. De esta forma, se construye un argumento convincente pero que está alejado de la realidad ya que es parcial y no contempla toda la información.
En el fondo no somos más que animales sociales, queremos pertenecer a un grupo con el que nos identifiquemos, esto sumado a que nuestro cerebro considera mas eficiente aplicar soluciones conocidas que perder el tiempo probando cosas nuevas genera que todo lo que venga de nuestro grupo se pase como verdad, la facilidad que proporcionan las redes para difundir información hace que nos encontremos con cualquier tipo de idea, no importa lo absurda que suene y haya detrás gente totalmente convencida de su veracidad.
Vemos diariamente como se viralizan en Facebook cuestiones del estilo de que el bicarbonato y el limón curan el cáncer, que las vacunas causan autismo, o que se venden fetos abortados para la industria cosmética y un largo, larguísimo etcétera. El botón de “compartir” envía mentiras a velocidades tan altas que es imposible chequearlas. Es que las redes sociales hacen muy fácil decir cualquier cosa, cualquiera puede escribir lo que sea, por descabellado que suene y tener un grupo de gente que amplifique esto, y como si aparece en la tele debe ser verdad, si la Internet lo dice no se cuestiona.
De esta forma, desde la comodidad de la casa se hacen denuncias que automáticamente hay que creer y que las consecuencias se sufren en el mundo real.
Veamos el ejemplo de lo que pasa en la India, donde 200 millones de personas usan WhatsApp como principal red social. Fruto de una noticia falsa de que se producían secuestros de niños/as para sacarles los órganos (el mismo cuento de la trafic blanca que tenemos en Argentina) la gente comenzó a linchar a personas en la calle, sólo por ser desconocidas, hasta la fecha llevan 29 muertes en linchamientos. La facilidad con la que el comportamiento de grupo puede llegar a transformar a las personas al punto de asesinar a otras sin ningún motivo real es deprimente.
Entender qué es cierto y qué no, es un trabajo difícil para nuestros cerebros. Nuestro grupo, nuestra tribu ya no es pequeña. Las redes sociales se ocuparon de que sea masiva con lo que la facilidad para creer en cualquier tontería es más alta que nunca. Y acá es donde hay que preguntarse cuanto de tu independencia intelectual estás dispuesto/a a perder en manos de Facebook.
Carl Sagan escribió hace 23 años éstas palabras, y parece ser una profecía que se está cumpliendo delante de nuestros ojos.
“Tengo un presagio de la época de mis hijos o mis nietos, cuando Estados Unidos sea una economía de servicios e información; cuando casi todas las principales industrias manufactureras se hayan ido a otros países; cuando los increíbles poderes tecnológicos estén en manos de muy pocos, y nadie que represente el interés público pueda si quiera comprender los problemas; cuando la gente haya perdido la capacidad de establecer sus propias agendas o cuestionar sabiamente a los que tienen autoridad; cuando, abrazados a nuestras bolas de cristal y consultando nerviosamente nuestros horóscopos, con nuestras facultades críticas en declive, incapaces de distinguir entre lo que se siente bien y lo que es verdad, nos deslicemos de vuelta, casi sin darnos cuenta, en la superstición y la oscuridad.”