Pocas veces el conjunto de la sociedad coincide en el significado de una palabra, porque por motivos diferentes, la variedad de actores que la componemos, le damos distinto peso y valor a lo que se dice. En los tiempos que corren, pareciera que la palabra gana en gratuidad y pierde en peso específico, y en realidad no se dice lo que se pretendió decir. El resultado es que no nos entendemos o al menos necesitamos de muchas más palabras para explicar lo que se quiso decir. A eso, hay que agregarle el hecho de la existencia de redes sociales que nos invitan a publicar palabra tras palabra sin tomarnos el tiempo a pensarlas colaborando con la ensalada, y, a río revuelto…
Por estos días, ganan minutos al aire palabras como protocolo, cancelar, machirulo, libertad, inclusivo, vacuna, grieta, dólar (en esta región, es la más importante de las palabras) entre otras, y se suman con fuerza, vip (very important person o persona muy importante), meritocracia, moral, ética, hipocresía y privilegio, por lo sucedido con la vacunación, activando todos los indignómetros posibles y haciendo que bien o mal, todos coincidamos en qué significan.
“Descubrimos” de un golpe que hay gente que se mueve por favores y amiguismos obteniendo beneficios por sobre la mayoría de la población (un VIP digamos), y nos rasgamos las vestiduras pensando que se juega o desprecia la vida de las demás personas (esas que no conocemos a nadie importante), que es cierto, pero, como si el resto de las relaciones de competencia entabladas en el capitalismo no caminaran por el mismo carril y condujeran al mismo final… obviamente para el que pierde la puja. Somos todos iguales, decía George Orwell en su Rebelión en la granja, pero concluía que algunos son más iguales que otros, describiendo las relaciones de y con el poder de cuerpo entero, cualquiera sea este, de izquierda o derecha ¿Acaso no es un/a privilegiado/a quien sabe que tiene el plato de comida asegurado de por vida solo por nacer en el lugar indicado? Ese/a, que todo lo ganó con el sudor de su herencia, como se reza estos días. ¿Y el que lo obtiene parasitando al Estado a través de favores? Por caso podemos pensar que en esta región hubo choferes y secretarios que se hicieron millonarios. Y la hipocresía completa el cuadro: que Mauricio Macri salga a hablar de privilegio es tan hipócrita como Alberto Fernández “dándose por enterado” en plena pandemia, que en la Argentina hay un montón de pobres y la guita no alcanza para todos/as. Podríamos discutir si la palabra cinismo se ajusta mejor, sabiendo que miserables les cabe de suyo nomás.
Parece que hay privilegios que molestan más que otros, que seguro están ligados con los que uno/a posea y quiera cuidar, porque puestos a competir, puede que la vida dependa de ellos. Lamentablemente, a esta altura de la humanidad, también hablamos de comer, habitar o asearse, y demás cosas básicas que no están ni cerca de ser saldadas en esta época para todos. Entonces nos ponemos profundos y desde la moral más sacrosanta repetimos qué está bien y qué está mal y aparece la comparación de si nos colamos en la fila del supermercado somos tan corruptos como el que hambrea a la población, o el que mete a toda su familia en un ministerio o municipio garantizándose la vida material, o el que afana para sobrevivir es lo mismo que el que vacía a una empresa para no garpar dejando un tendal de laburantes en la lona, o el que camina tres mil kilómetros para entrar ilegal a un país que no lo quiere, solo para escapar del hambre o la guerra, es lo mismo que el que se presenta a elecciones vendiendo que conoce las soluciones para todos/as (no porque no las conozca él o ella, sino porque no existen soluciones mágicas que encuentre un político… o en un “outsider”); esto va a pasar y mucho, este año electoral. Se dirán cosas de un lado y otro, contra los de enfrente y los propios (ya venimos viendo desgastes internos como Horacio con Pato o Alberto con Cristina), se buscará hasta el menor detalle que se pueda, para pasarlo una y otra vez en “su” canal favorito agitando las banderas de la república, los valores, el pueblo y la libertad, para que al final nada cambie. El que nació en cuna de oro seguirá así (o mejor) y el que rasca del fondo del tarro… Para hablar de moral, lo mejor sería juntar todo y repartir de nuevo destruyendo las estructuras que ponen cómodos a unos/as pocos/as que hacen las reglas para que el resto viva incómodo, al margen y al límite de la desesperación, pero se le exige lo mismo. No es todo lo mismo.
La vida misma
De la promesa del asado para todos y todas hemos pasado a que una familia necesite $56.459 para no ser pobre y que con menos de $23.722 se es indigente. Si pensamos un minuto nomás, nos daremos cuenta que si en una casa donde laburan dos personas, por ejemplo, que cobran el salario mínimo ambas (que hoy ronda los $21600) estarían cada una por debajo de la línea de indigencia, y juntos, debajo de la línea de la pobreza (y lejos, como a $13000); al mismo tiempo que los jueces y fiscales en actividad presentan los papeles de jubilación para caer en la normativa vieja que los deja mejor parados que la normativa nueva (seguimos hablando de unos 300 mil pesitos) y las jubilaciones mínimas rondan los $19035, inferior a la indigencia. ¡Ah! Como no queremos faltar a la verdad, debemos reconocer que ahora les toca un aumento del 8% que les llevaría el salario a la millonada de $20577. ¡Grande Alberto!
A esto podemos sumar los diez (hasta ahora) aumentos de nafta que padecimos en lo que va del año, tanto el que tiene como el que no, un vehículo. Harto sabido es que aumenta la nafta y patea para arriba todos los demás precios por el transporte y la distribución de los productos que consumimos, además que, en general, viene seguido de un ajuste tarifario de servicios básicos. Además, comunicó YPF, que entre abril y junio aumentaría un total de cerca del 15% los combustibles… nada, un vuelto. Podemos sumarle, entre idas y vueltas (por no decir entre bravuconear y retroceder en chancletas), aumentos de prepagas y todo lo que tenga que ver con telecomunicaciones.
Pero no todas son malas noticias. El año electoral, que cae en año impar desde el regreso de la democracia, viene con milagros bajo el brazo. Siempre se espera alguna mejora en lo económico, como algún plancito social o una planchadita de dólar, pero pareciera que este año en particular se confirma el Plan Aguantar. Esto consistía en aguantar los trapos el año pasado (fumarse aumentos, cortar el IFE para fin de año, no hacer obra pública y estirar la reglamentación del impuesto a las grandes fortunas), para este año largar todo a la cancha y ganar las elecciones de medio término.
Cual paso de magia, resulta que el virus devino en gripezinha y ya no jode tanto, por lo que se pueden realizar infinidad de actividades sin que se cumplan protocolos, que parecen de goma, ni que haya inmunidad de rebaño, ni que lleguen las vacunas… pero con unos 120 muertos por día de promedio… cósmico; a pesar de que cae la recaudación de impuestos por el derrumbe económico, Ventajita Massa, nos sorprende imponiendo la suba del piso del impuesto a las ganancias, como un lateral derecho tirando un centro a la clase media, parte de la base electoral de la oposición. Ningún gil: no solo es con vista a estas elecciones, sino como catapulta hacia más adelante siendo una opción de centro derecha a Larreta, pero con un pie en el peronismo. A la genialidad política se le contrapone la vaya a saber qué, económica ¿Cómo cubrirán el hueco que genere no cobrar esa montaña de guita?… con más impuestos, pero esta vez, progresivo, es decir, pretenden aumentarle el gravamen a las grandes empresas: nos permitimos sospechar que sea pagado sin patalear; planchar el dólar en años electorales es como el deporte nacional (¿o es justificarse hablando mal del otro?), corriendo al pato del podio. Parece que es la estrategia más repetida por el arco político: pisan el dólar un año, lo largan al otro. Pero ahora, al dejar el impuesto a las grandes fortunas para este año, cobró impulso una venta de dólares inusual para poder pagarlo, que es parte del motor de la caída de los distintos “verdes” paralelos al mismo tiempo que, de a centavitos, suben el oficial achicando la llamada brecha cambiaria; a fines de marzo suele darse la liquidación de lo que se conoce como cosecha gruesa (entre maíz y soja se esperan unos 35 mil millones de dólares dejando unos 8 en retenciones) prometiendo entrada de “lechuga fresca”, sumado a la suba que viene experimentando la soja en los últimos meses y la detección (porque antes no lo sabía nadie…) de un 50% más que en 2019 en contrabando de granos, que, acompañado de que el Banco Central viene comprando desde diciembre, parecería que no se esperan grandes cimbronazos. Además, acompañando lo que ya podríamos llamar “veranito k”, el FMI, debido a la pandemia, decide enviar a sus socios un giro (emisión de Derechos Especiales de Giro, algo así como la moneda del Fondo) para fortalecer las reservas del central. ¿Guita fresca? Entonces el ejecutivo planea dar un bono a los jubilados en abril… podemos ir imaginando que la culpa de no aumentarle a los viejos depende de la buena onda del “campo”; el 4 de enero se lanzó un plan de unas 30 obras de infraestructura en varias provincias que se venía aplazando desde el año pasado, cuando no convenía gastar y no capitalizar en las urnas. Dicho plan, tendrá una demanda obvia de cemento principalmente (decimos principalmente, porque la construcción tracciona infinidad de rubros tras ella) y mano de obra sin mucha capacitación, por lo que mueve los indicadores de la construcción y la economía para arriba, aplicando todo el manual del buen político argentino. Pero… igual aumenta todo, sobre todo alimentos, demostrando que no es solo el precio del dólar, o ’las expectativas’ lo que se mira, sino cubrirse, especulación o pura ambición. En el capitalismo es válido.
A la par de estas medidas, se larga desde el senado (controlado por el justi…peroni…Cristina) una carta al FMI pidiendo que se auto investiguen y declaren culpables en el asunto de la deuda contraída por Cambiemos en su paso por el ejecutivo. Humo puro. Por más responsabilidad que tenga el organismo de crédito, no se verá traducido en quita de capital. Quizás mejore alguna negociación, aunque el ministro de economía Martín Guzmán ya ha dicho que garpar, se va a garpar. Muy revolucionario él. Pero esto alentó (alentar, presionar… palabras) a que Alberto Fernández impulse una investigación penal acerca de cómo se usó la guita que mandara Christine Lagarde. Como siempre y con todos los anteriores, estamos seguros que se hizo mal (¿o muy bien?) y que se han beneficiado esos pocos que no pierden nunca (ah, entonces bien), pero también, que lo más probable de esto es que no prospere y nunca nadie devuelva un dólar. La otra opción es que pague un segunda línea.
La oposición, más carroñera que nunca, no pierde tiempo en denunciar todo, quejarse de todo y obviamente, por ese andar atolondrado pisarse a sí misma. Acusan que la denuncia sería judicializar la política económica de un gobierno, que lo ven como algo negativo (por algo así es que le hicieron el impeachment a Dilma Rousseff en Brasil), olvidando que armaron la causa de dólar futuro (también una política económica, pero del gobierno de CFK) y dejando mal parado a uno de los suyos, Federico Pinedo, quien fuera el denunciante. Lo cierto es que, por una cosa u otra, las políticas económicas de estos y aquellos nos llegan a nosotros/as con las facturas, las tarifas de servicios, el transporte, los precios de los alimentos, mientras sentados en sus privilegios, juegan a la república graciosamente.
Esto y más (o menos), es parte de lo dicho en el discurso de apertura de sesiones ordinarias del Congreso, leído por Alberto, que optó una vez más por regar la incendiada grieta con nafta super, recordando por momentos, la pesada herencia y el segundo semestre ¿Por qué? Porque garpa; nada mejor que un monstruo para odiar y enfrentar, agrupando detrás de si a la tropa y los/as que eligen entre el que les resulte el menos monstruoso. Mientras tanto, desde enfrente proponen otras cosas con altura, en una marcha donde, si bien eran pocos/as para lo que es una movilización en la región, hubo de todo: inflables con la imagen de CFK presa, golpes a periodistas y unas bolsas simulando cadáveres. Lo normal; más indignación.
Después de unos meses donde parecía que toda la humanidad se encontraba en términos de igualdad (en bolas para ser más gráficos) frente a la pandemia, aparece la vacuna para recordarnos en que planeta vivimos y como decidimos (¿?) relacionarnos y traernos otro manto de la tan querida vieja normalidad donde los países ricos la consiguen y a montones y los pobres no… más de la vida misma.
Por suerte para el planeta, se aleja del botón rojo y entre grandes escándalos, el ex presidente de los Estados Unidos, el “loco” de Donald, para dejarle lugar al “demócrata” y bien nacido Joe Biden, y con él la vuelta a cierta normalidad. Y así fue: con media excusa comenzó bombardeos nuevamente en medio oriente con algunos muertos, fotos de soldaditos y videos de lanzamiento de misiles… lo de siempre. Gracias Joe. Mientras en España, condenan y meten preso a un rapero por meterse con la monarquía y sus miembros… demasiado normal ya.
Derechos y humanos
No podemos dejar de lado y sin mención lo que ha sucedido en la provincia de Formosa (la estancia de Gildo, esa, entre Chaco y Paraguay) pero sobre todo lo que generó. En principio, comenzó a llamar la atención la baja cantidad de contagios que tenía la provincia (y que tiene hasta hoy), hasta que comenzaron a aparecer casos de personas que querían regresar a sus hogares pero que no se les permitía el ingreso. Después nos enteramos de un hombre que muere al tratar de cruzar un río a nado para volver a ver a su hija. Más adelante, ganan escena los Centros de Aislamiento Preventivo (¿centros de detención?) y las cacerías de la policía en nombre de la sanidad. Eso sí, pocos contagios y muertos. En los últimos días, parte de la población disgustada con esas políticas, estallaron en marchas y reclamos de aperturas de todo tipo: desde lo económico hasta lo social. Y en eso, irrumpe la política y sus intereses.
Se dice que en la guerra todo es válido, y los/as políticos/as argentinos/as y sus esbirros nos demuestran a cada minuto que realmente se encuentran sumergidos en una sin cuartel, dando cabal demostración de ello cuando se apela a utilizar las armas del enemigo. Por un lado, el progresismo, el peronismo y todos los que son hoy oficialismo, se esfuerzan por justificar la represión y los heridos en la provincia del norte y contarnos que Formosa es como un país nórdico dentro de Sudamérica, o simplemente hacen silencio en twiter por no encontrar qué decir sin cagarla más; por el otro, quienes hacían gala de la mano dura, hoy citan a Amnistía Internacional y publican nombres de detenidos cual CORREPI al mismo tiempo que indican que los disturbios fueron obra de infiltrados… a todo esto, Pato Bullrich, meta selfie con la policía que reprimió, porque parece que las fuerzas la respetan más que a Sergio Berni, el Rambo del conurbano, y ni hablar que a Sabina Frederic, la universitaria que no se embarra.
De los distintos caminos que podrían seguir, lo que es seguro es que, como cualquier gobierno, partido o tendencia política, cuando se encuentran en el poder y surgen problemas que no logran solucionar o al menos controlar, el palito de abollar ideologías como dijera Quino, es la herramienta transversal a todos más requerida y utilizada para dirimir una cuestión.
Represión, endurecimiento del discurso, reculadas varias, fuego amigo y errores no forzados por todos lados, parecen mostrar que al oficialismo se le está escapando la tortuga y se está metiendo en un terreno del que le va costar salir y que parece, quieren tapar solo con lo económico… si es que le sale. Ojo donde entrás Alberto, pero si entrás, cuidado con El Perro… ladra demasiado.