En el particular mundo de las redes sociales parece haber un resurgir, sobre todo en sectores autodenominados como de izquierda y progresistas, de un espíritu anti-policía. Una cantidad de memes, ilustraciones y fotos de tatuajes haciendo referencia al rechazo a la policía se comparten y acumulan likes. Gatitos quemando un patrullero, encapuchadas saltando arriba de otro, molotovs contra la policía, cinco puntos, 1312, “all cops are bastards”, se comparten en las redes y parece ser que ese “sentimiento anti-yuta” ya tiene su lugar en la contracultura.
Pero, ¿es la policía sólo el brazo armado del Estado? ¿Es simplemente el garante del monopolio de la violencia? ¿Un ente malévolo, separado de la complejidad social, creada por los gobernantes para reprimir a quienes se rebelan? ¿O es también la necesidad de sus ciudadanas/os de requerirla en algún momento? Y esta necesidad ¿es creada por otros/as? ¿La generamos nosotras/os mismos/as? ¿De cuantas maneras se manifiesta la inseguridad? La sensación de inseguridad no conoce límites ideológicos. Hay quienes van a pedir más policías patrullando las calles contra los robos y otros/as, más policías en las marchas para controlar a “los/as infiltrados/as”. En definitiva la lógica ciudadana al servicio del control social.
En la última década del siglo XX se instaló en la agenda pública el tema de la inseguridad, desde entonces se termino consolidando como un tema central, tanto en la cobertura de los medios de comunicación como en las conversaciones cotidianas.
Es asi que que el bombardeo mediatico nos lleva a tener la sensación de que “la criminalidad” esta en todas partes, que los asesinatos, robos, secuestros y violaciones se multiplican cada semana. La persona baleada en un robo va a ser asesinada otra decena de veces por los medios en el mismo día.
La repeticion constante de estos hechos lleva a que el peligro sea vivido en simultaneo por millones de lectores, oyentes y televidentes.
Este peligro desplaza la posibilidad de lo social a lo policial, “que otro/a se encargue, yo por mi parte necesito sentirme seguro/a”. Esta sensación de inseguridad alimenta imaginarios como así también prácticas sociales que generan clasificación y marginación de ciertos grupos sociales y etarios, fundamentalmente, los jóvenes pobres de las periferias.
“[…] cuanto más crímenes haya, más miedo tendrá la población y cuanto más miedo en la población, más aceptable y deseable se vuelve el sistema decontrol policial. La existencia de ese pequeño peligro interno permanente es una de las condiciones de aceptabilidad de ese sistema de control, lo que explica por qué en los periódicos, en la radio, en la TV […], se concede tanto espacio a la criminalidad como si se tratase de una novedad cada nuevo día…” Michel Foucault.
La “gestión de la inseguridad” es una acción defensiva y elusiva: la incorporación de dispositivos y la adscripción a servicios cuyo objetivo común es lograr una sensación de control sobre las amenazas percibidas. Vemos los anuncios en las calles haciendo gala de la cantidad de policias patrullando, de las miles de cámaras de seguridad monitoreando cada uno de nuestros movimientos . Y deberíamos preguntarnos hasta dónde pretende llegar la gestión de nuestra seguridad ¿Cuál es el límite?
Lo que implica una tranquilidad para unos/as es la marginación y el castigo para otras/os. Lo que es seguridad para unos/as es resentimiento para otros/as. El sentirse inseguro/a o desprotegido/a lleva a tomar muchas decisiones. Hay quien llamará a la policía, otros denunciarán públicamente y volcarán sus esperanzas en el linchamiento mediático y si las cosas se van de las manos, no van a faltar ejemplos de quienes les encantaría un pedacito del negocio de la violencia del Estado cuando ven volar una piedra en una manifestación. Esa izquierda que gusta proteger a la policía y a la iglesia en las marchas, para poder dar a sus adeptos la seguridad de la liturgia en paz.