El meme es algo que todos/as conocemos y estamos acostumbrados/as a ver, reproducir y compartir. Los mismos se han convertido en un componente esencial de la experiencia en internet.
Para comenzar no podemos dejar de mencionar a Richard Dawkins, biólogo y científico, que fue el primero en acuñar dicho término. En su libro “El Gen Egoísta” (1976) expone la hipótesis memética de la transmisión cultural. Propone la existencia de dos procesadores informativos distintos en los seres humanos: uno actúa a partir del genoma gracias a la replicación de genes a través de las generaciones y otro actúa a nivel cerebral, replicando la información cultural del individuo, la cual es recibida por enseñanza, imitación o simple asimilación. En este caso, Dawkins nombra como «meme» a la unidad mínima de información que se puede transmitir. Según el autor, los memes conforman la base mental de nuestra cultura. Otros autores, como el biólogo Edward Wilson, han señalado que el concepto de unidades culturales replicables ya apareció a finales de los 60, bajo diversos nombres como «mnemotipo», «idene», «sociogen», «culturgen» o «tipo cultural».
Según Dawkins la religión es el meme definitivo, ya que se transmite con mucha facilidad. Para que un meme sobreviva y se extienda debe tener atributos que le den ventajas sobre otros memes, explica que la idea de que existe vida tras la muerte es muy contagiosa, ya que como la mayor parte de las personas tiene miedo a morir es probable que la creencia en un más allá se extienda y se convierta en una idea popular.
Los memes de internet pueden mantenerse inmutables o evolucionar en el tiempo, por azar, o bien por imitación, parodia o por el añadido de nuevos contenidos. Normalmente surgen como una forma de interacción social, como referencias culturales o como una forma de describir situaciones de la vida real de las personas.
Estos poseen la característica del tiempo real ya que se crean conforme suceden los hechos. Independientemente de lo que sea, la comunicación alcanza niveles altísimos de difusión.
Las características de inmediatez de creación y rapidez de difusión cumplen un rol importante en la comunicación, pero lo que realmente da vida al fenómeno de los memes en sí, es la capacidad de tener feedback de lo que se difunde. Un meme puede ser modificado por varios consumidores, creando contenido mejorado respecto a versiones anteriores y generando respuestas automáticas. Esto es fundamental, ya que no solo basta con expresarse a través de memes, sino que también a través de los comentarios y nuevos memes que se pueden generar a partir de los originales.
Estos son compartidos en el interior de culturas específicas y la motivación para que los/ as consumidores/as participen en la circulación y reinterpretación de los memes, surge precisamente de la necesidad de pertenecer a una comunidad definida, produciendo una relación entre el uso del meme en internet y los procesos de construcción identitarios. Podemos pensar en “el bebito ingeniero”, en esta región durante la discusión por la legalización del aborto. Los memes tienen relación con un discurso caracterizado de forma icónica a través de símbolos e imágenes (pañuelo verde, pañuelo celeste) con el propósito de difundir ideas, sentimientos y emociones por la red, ya que los memes, además de su función como vehículo de expresión, cumplen un rol fundamental en la generación de comunidades.
“Es más fácil producir una imagen que incorpore una opinión o punto de vista que redactar un texto resumiendo tu posicionamiento político”
En los últimos años, internet dió una nueva dimensión a las manifestaciones políticas. Estas dejaron los canales convencionales para pasar a la esfera virtual, dando paso a diferentes espacios de información que a su vez permiten la construcción y el posicionamiento de las opiniones personales de millones de usuarios/ as en la web. Y es dentro de esa transición de la información, que apareció también el lado b de la web con la expansión de la posverdad, las fakes news y los memes como detonantes de grietas virtuales, que terminan influyendo en nuestra cotidianeidad. Pero ¿puede una imagen tener injerencia en la opinión pública?
El meme como discurso funciona por su capacidad de sintetizar una idea, situación o expresión. Su traspaso al ámbito político como herramienta permite condensar un hecho complejo en un contenido breve, poderoso, efectivo, que no resulta indiferente y a la vez genera empatía con los consumidores afines a la idea que expresa.
Por ejemplo, durante las elecciones presidenciales de los Estados Unidos en 2016, un curioso meme abanderó la disertación de Trump bajo la figura de la rana Pepe. La imagen del anfibio se viralizó en las redes sociales y abrió el debate en foros, sobre la adopción de la imagen de Pepe, como símbolo del movimiento Alt-Right (Derecha Alternativa). La rana Pepe terminó por convertirse en avatar de movimientos de extrema derecha y de seguidores afines a las ideas del presidente norteamericano.
Podríamos llegar a afirmar que los memes están instalando un discurso solapado detrás de la sátira y lo cómico. Es justamente su naturaleza aparentemente inofensiva, que al compartirse sin un análisis previo, instala una formación de opinión indirecta, permeando ideas. Por otro lado la rapidez con la que se pueden extender a escala mundial y su impacto social, ha atraido el interés de investigadores y profesionales de la industria de la comunicación. En el área académica, se investigan modelos para predecir qué memes se propagarán por la red y cómo evolucionarán. Comercialmente, se usan en publicidad y marketing. Políticamente para generar más fanatismo, confusión y profundizar las ya múltiples grietas que existen en la sociedad.