Una foto es simplemente un recorte arbitrario de un momento, pero en este caso es un buen disparador para darle sentido a la intención del escrito o, al menos, para allanar el camino en la búsqueda de aportar a la reflexión.
Rusia. Mundial de fútbol. Argentina vs Islandia. Gonzalo Bonadeo cubriendo para TN. Empate “deshonroso” ante la ignota isla europea. Ánimos caldeados. El patriotismo futbolero herido. En ese contexto, el periodista del Grupo Clarín es hostigado verbalmente por un grupo de personas y, tras tildarlo de “gordo gorila y cagón”, uno de ellos lo golpea con una botella plástica. En palabras del propio Bonadeo: “me acusaban de que el dólar estaba a 30 pesos, además de decirme facho a mí y a mi viejo. Son un grupo de seis filokirchneristas; me insultaban porque estaba transmitiendo para TN” (…) “Al cobarde con un número 10 de Vélez que me tiró un botellazo, estando yo de espaldas a la salida del partido, espero que le haya hecho el día un gesto tan valiente. Y a los que me putearon por el valor del dólar, les sugiero volver a casita a cuidar los trapos. Y la guita”.
Parece una máxima de nuevo cuño el entender “lo social”, en la Argentina, desde la antinomia que engloba la idea de “grieta” pero en realidad es una característica inherente a la Política, así, con mayúscula. La intención no es remontarse al origen etimológico del término, ya que con indagar en los 200 años de historia argentina basta para entender a la política desde la idea de enfrentamiento, confrontación, lucha: unitarios y federales, rojos y azules, peronistas y radicales, kirchneristas y anti K, etc. La figura retórica de “la grieta” está, como idea, omnipresente en todas las explicaciones que de la política, la economía y lo social se hacen en general. Es un concepto que sobrevuela todas las discusiones desde hace varios años, sobre todo desde que surge a principios de siglo el nuevo populismo latinoamericano, el cual retoma esa vieja idea del “otro” como enemigo simbólico, tan característica de los convulsionados años 70´.
La grieta es el emergente de una sociedad acostumbrada a las polarizaciones y a la histeria de la politiquería vernácula. Aquello que sólo podía ser entendido dentro de la lógica nerviosa del kirchnerismo de la antinomia “ellos” y “nosotros”, sigue teniendo vigencia aunque más esporádica (o edulcorada) en el gobierno de la coalición “Cambiemos”, que hizo del slogan vacío de contenido, pero efectivo desde lo discursivo del “sí se puede”, su caballito de batalla en la diferenciación con el kirchnerismo superado en la arena electoral.
Quien acuñó el nuevo uso mediático de “grieta”, fue el showman Jorge Lanata, ex enemigo y actual vocero del Grupo Clarín. Él fue quien allá por el 2013 comenzó a utilizar esta idea para referirse (o diferenciarse) del kirchnerismo en el Poder. Era tal su odio al populismo izquierdista (¿o era izquierda populista?) que encontró en su utilización una manera efectiva de diferenciar toda una “cultura” del hacer político. De aquel lado “ellos”, los eternos peronistas mafiosos y fraudulentos; de este lado “nosotros”, los ciudadanos de a pie, víctimas eternas, cual tragedia griega, del populismo peronista.
Los medios de información, y entre ellos la televisión por excelencia, tienen la virtud (desde la lógica comunicacional) de agrandar y sobredimensionar los fisonomías. Cual trinchera van creando “un afuera” peligroso, y aquellos que hoy obtienen el beneplácito de los popes mediáticos mañana pueden pasar a soportar los efectos colaterales del interés que han creado. Es un perverso juego al cual todos juegan, ya que las reglas son conocidas de antemano.
Sin caer en una apología ciega es innegable que la “grieta” como tal existe, y que exista no es algo malo per se, sino una característica. La “grieta” como tal es una frontera, un límite (consciente o no) en la tensión social del capitalismo. Negar esta división es pretender una armonía impracticable si la relación social se fundamenta entre “quienes tienen” y “quienes no tienen”. Y qué es sino el capitalismo, exaltación por excelencia de la explotación. Entonces la “grieta” como tal no es una simple metáfora ni es mala en sí, al contrario, es un síntoma latente. Parafraseando al filósofo Darío Sztajnszraiber, no por simpatía política, sino por claridad intelectual: “hay violencia cuando una de las partes se totaliza. Y se cree única. Y se cree verdadera. Y arroja a la falsedad todo lo que está del otro lado de la grieta que, como es falso, no existe. Si lo verdadero es el todo, lo que resta no es nada. O es resto, una sobra, nada”.
Lo que sí es falso es caer en el artilugio de creer que la grieta es simplemente el antagonismo de la política como profesión. Al igual que los medios de información, la Política tiene su propia “agencia setting” que le permite pendular en la “cosa pública” de acuerdo a qué intereses pone en juego, dependiendo del contexto. La teoría de la fijación de la agenda setting se puede resumir en la idea central de la influencia que los medios de información tienen sobre la opinión pública, determinando qué temáticas son relevantes, y cuáles no. Esa lógica conductista es la que puede establecer un paralelo con la idea de que la Política también impone su agenda social. Vale aclarar que no negamos la importancia de los temas que se imponen en la agenda mediática, sino que creemos que sus apariciones no son fortuitas y que responden a estrategias de ocultamiento o de cortinas de humo.
La grieta es otra cosa, es algo más profundo y determinante. Es la división histórica entre quienes explotan y entre quienes son explotados/as. Es una línea demarcatoria que, como una cicatriz, marca a fuego las relaciones sociales. La grieta es el capitalismo y las relaciones que emanan de él. Es la idea del crecimiento perpetuo (e invisible para algunos) pero que en realidad no es más que una necesidad del Capital ya que éste sólo produce inversión si hay expectativas de crecimiento. Pero este crecimiento es “a coste de”, entonces el derrame, ese concepto del que tanto hablan se desnuda como lo que realmente es, una falacia teórica.
Resumiendo (o repitiendo en realidad), la Grieta es lo que explica este mundo desigual, esa brecha infranqueable entre quienes trabajan y producen, y entre quienes viven del trabajo ajeno.
Lo demás es puro libreto guionado.