Pocas veces se ve con tanta claridad el ejercicio del Estado como en las jornadas del 14 y 18 de diciembre pasado. Mientras los políticos decidían cómo y cuánta plata sacarle a los jubilados y jubiladas, a la Asignación Universal por Hijo y a los pensionados por discapacidad, afuera, el brazo armado del Estado repelía con toda su furia la resistencia callejera ante las políticas de miseria que la clase gobernante de turno intentaba imponer.
Y por más que los medios de información amigos y obsecuentes trataran de maquillar y ocultar la masiva movilización, quedó al desnudo cómo los políticos tuvieron que esconderse, cual ratas, tras las vallas para poder sesionar. Política y violencia al servicio del Estado.
Semanas antes ya estaba claro lo que iba a suceder, o, mejor dicho, lo que tenía que pasar. No por nada El Estado movilizó tamaña cantidad de efectivos. El objetivo era claro: tenían que proteger su “Palacio Legislativo” a “como de lugar”. El circo mediático se encargó del resto. Horas y horas repitiendo la refriega callejera.
El saldo de la represión no podía ser otro más que decenas de personas detenidas y golpeadas. Incluso algunas de ellas aún permanecen encarceladas a la espera del dictamen judicial. Estudiantes, limpia vidrios, changarines, pintores, docentes, entre otros, fueron perseguidos, reprimidos y privados de su libertad. Y por más que desde cierto discurso “progre” se hable más de “policías inhumanos” que de la función de la institución en sí, nosotros/as al menos tenemos claro que sus objetivos son específicos y responden a una política represiva que se vale de todos los medios para acallar cualquier intentona de resistencia. No levantan gente “al boleo”, sino que seleccionan tanto personas que estén participando activamente, como la que no. Es su forma de dar a entender que el problema real no es la violencia política, sino cualquier forma de protesta.
Muchas de estas personas siguen procesadas y con pedidos de embargo entre los $100,000 y $200,000. También se ha dictado la “prisión preventiva” a tres de ellas, las cuales, al día de hoy, siguen esperando el juicio en los penales de Devoto y Marcos Paz.
Dos de los presos son anarquistas. Y en la última resolución del juez Bonadío utiliza 14 veces la palabra “anarquista” o “anarquismo”. Suman, de esta forma, a la creación del enemigo interno que viene llevando adelante la ministra Patricia Bullrich, para mantener a su séquito de seguidores contento y con un enemigo claro a quien apuntar.
También es necesario resaltar que una persona continua prófuga y con pedido de captura internacional, luego de que su imagen fuera difundida ampliamente por los medios de información. Otros dos militantes de izquierda, que fueron liberados oportunamente, se encuentran actualmente con un pedido de “prisión preventiva” (en suspenso por un recurso legal).
Para el Estado ya está todo dicho, y sus formas son las de siempre: represión y cárcel para que el miedo prime por sobre la lucha, para que se piense “dos veces” antes de salir a la calle.
Estado como garante democrático. El árbitro omnipotente que permite seguir sosteniendo la “gran vida” de los políticos, jueces y empresarios a costa del hambre de los viejos y pibes.