El coronavirus no para. Mientras discutimos este número del periódico, los medios informan de la llegada de otra variante del virus. Argentina está entre los primeros puestos de cantidad de muertos en relación a los habitantes y las vacunas son un tema más en la disputa política. Por ahora, lo de la dicotomía “salud o economía” se viene resolviendo por la segunda opción, pero aplicando restricciones para no terminar de saturar las terapias intensivas.
Y la economía sigue pegando. La inflación castiga cada día a los/las que menos tienen, y esos números crecen de manera alarmante. La mitad de la población es pobre en argentina basándose en los índices del gobierno. Una familia necesita más de $60.000 por mes para no ser pobre, un salario mínimo es de menos de $24.000 y la jubilación mínima no llega ni a eso. A la falta de laburo, se suma, que, si se consigue, seguramente se sigue siendo pobre. La realidad se impone en las góndolas del supermercado y “el asado perdido” que venia a recuperar este gobierno, se alejó aún más.
Pero la política, para variar, esta en otra cosa. Es año electoral así que cada espacio dirime sus internas del mismo modo de siempre, casi no sorprende lo miserable.
La principal coalición de la oposición se muestra cada día mas bizarra, intentando discursos que superan el ridículo. Dan clases sobre salud, educación y economía como si en el gobierno anterior hubieran vivido en el extranjero o no fueran responsables. No parece faltar mucho para que, si las encuestas se lo marquen, aseguren que la tierra es plana o cosas por el estilo.
El gobierno sigue con sus disputas internas, ocupado en las negociaciones con los prestamistas de siempre, buscando la manera de tener más dólares y tratando de acomodar el tema del poder judicial. Sus discursos parecen estar pensados más en la oposición y con tono de campaña, intentando seguir el camino de la polarización.
Es agosto, y no vamos a olvidar al Lechu. Sobre el tema ya dijimos mucho, sólo queremos quedarnos con el recuerdo de un compañero , que murió enfrentado al Estado y siendo solidario.
En este contexto, y a cuatro años de la muerte de Santiago, vamos por un nuevo número del periódico. Tratando de aportar algo para analizar lo que está pasando, sabiendo de nuestras limitaciones, pero con la idea de que necesitamos pensar por dónde encarar para lograr cambiar las cosas. El mundo, con su economía y relaciones sociales sigue haciéndose más complejo día a día. La pandemia parece estar acelerando procesos en el mundo del trabajo que definitivamente va a dejar mucha gente afuera. El estado por ahora pone plata para garantizar la supervivencia y no mucho más, de los que menos tienen (también ayuda económicamente a las patronales) pero parece alcanzar para que la situación no estalle. Las capas medias muestran un hartazgo de la política, o de los políticos y ciertos discursos comienzan a tener mas fuerzas. No es el caso del anarquismo, que hoy no parece tener un mensaje claro a nivel popular, casi convirtiéndose en una anécdota romántica que cuentan los progres.
Los principios los tenemos claros. El horizonte también, y sabemos que el camino tiene que ser indudablemente coherente. Lo que nos falta, a los y las anarquistas y a los/as que quieran cambiar las cosas de verdad, es lograr ser una propuesta visible y creíble para los tiempos que corren.
Varias veces lo dijimos, pero no está de más recordarlo, sólo somos un puñado de anarquistas y no tenemos recetas. Solo aportamos a esa búsqueda que sabemos no es solo nuestra.