Una inundación. Una crisis económica. Un vecino que la está pasando mal. Una pandemia.
Cualquier evento de este tipo, confirma lo que decía Kropotkin sobre la solidaridad o el apoyo mutuo como parte de la evolución de la vida. Se dispara algo instintivo (algo biológico) en muchas personas y se intenta ayudar. Si ese impulso no existiera, nuestras ideas perderían sentido (está claro que cada uno/a puede manejar de distintas formas ese “impulso” pudiendo hasta anularlo y potenciar lo contrario, viendo como beneficiarse de la desgracia ajena).
Esta vuelta fue la pandemia. Mucha gente actuó y se organizó para tratar de dar una mano. Algunos/as aportando la experiencia de los años, varios/as lo hicieron desde su espacio de militancia y otros/as solo escuchando ese impulso y “activando” por primera vez. Como en casi todos los aspectos de la vida, la política también se hizo presente con sus recursos y miseria.
A simple vista no hay mucha diferencia, pero basta rascar un poquito para ver que hay una solidaridad genuina y otra que es solo cartón pintado. No es lo mismo poner a disposición lo poco o mucho que uno puede (incluso si lo consigue de la política), codo a codo con los demás, que pretender ser altruista regalando un paquete de fideos con la intención de acumular simpatizantes (da lo mismo que el grupo sea religioso, de un partido o se diga anarquista) o bajando plata que viene del Estado. Es verdad que el resultado puede ser parecido, pero el origen, las formas y las intenciones son antagónicas. Hay una gran diferencia entre quien ayuda y quien hace “trabajo” ante la crisis.
Por si quedan dudas, nuestras ideas van por el apoyo mutuo y la acción directa. Creemos que las organizaciones o estructuras que surjan de esa forma, aunque más lentas son las que sirven. De hecho, aunque pueda ser algo mínimo, este periódico se piensa escribe y distribuye de esa manera. Poniendo nuestro tiempo y contando con compañeros/as que lo reciben y mueven en distintos puntos del país.
Las otras son solo parte de la miseria política que disputa pequeños (o grandes) espacios de poder. Varias veces lo dijimos, ser solidario/a no es convertirse en un/a revolucionario/a, como mucho habla bien del que da una mano. Pero sin esa acción, dejamos de ser una posibilidad de cambio como especie.
La apuesta es intentar que esas estructuras basadas en la solidaridad junto con el ejercicio de la acción directa se generalicen. Que pasen a ser más estables y dejen de ser “defensivas” para convertirse en herramientas que ayuden a atacar la raíz del problema.
El año viene complicado en casi todos los temas, la pandemia viene para largo, y encima vamos a tener que soportar otra campaña electoral que nuevamente recurre a “la grieta” por falta de ideas. Resulta complicado hablar sobre cualquier tema sin que el/la receptor/a decida ubicarnos de uno u otro lado.
En ese sentido, tratar de analizar la realidad, repasar algunos procesos históricos, se vuelve algo necesario. Esperamos que este número sea un aporte.