En este 2020 que comienza, soplan vientos de cambio. O al menos una leve brisa. De una Argentina del “si se puede”, y de “pobreza cero”, pasamos a una Argentina “inclusiva y solidaria” y “contra el hambre”. Ya no hablamos del segundo semestre, ahora decimos luego de estos 180 días.
De un discurso apuntado al individualismo y la meritocracia, pasamos a uno de ser solidario e inclusivo por orden del Estado. Acá empieza lo complicado, porque los discursos políticos y su implementación ya casi no sorprenden, pero el uso de algunas palabras y el vacío, o peor aún, el cambio de su significado, no sorprenden pero molestan. ¿Cómo se puede entender la solidaridad a punta de pistola? Porque el Estado es entre otras cosas, el garante de la explotación del Hombre por el Hombre y cuenta para ello con el monopolio de la fuerza. Cuando el gobierno dicta una ley, tiene detrás los fierros y la cárcel para hacerla cumplir.
Entonces un/a jubilado/a que cobra más que la mínima, pero menos que la canasta familiar básica, es por ley “inclusivo y solidario”, por lo tanto el congreso suspende la fórmula para aumentar su jubilación y a cambio el Estado le aumenta unos pesos al que cobraba la mínima. Eso entienden los políticos por ser solidario.
Lejos quedaron los pactos de solidaridad de las viejas sociedades de resistencia, donde la palabra se usaba en el sentido de unión y apoyo entre explotados/as, como elemento esencial para lograr los cambios que se buscaban y se ejercía de manera libre y directa. Esa manera de entenderla, se expresaba en compartir lo poco que se tenía, en huelgas en solidaridad con otros/as laburantes, o con el legítimo uso de la violencia.
Pero, del otro lado de la cordillera las calles siguen ardiendo, en una tensión que no termina, un tire y afloje entre el proceso insurreccional y el andar democrático que busca restablecer el orden y la normalidad los/as compañeros/as siguen firmes compartiendo y expandiendo las diversas expresiones que marcan la lucha en las calles y los barrios, pero también en la producción de reflexiones que nos aportan y empujan al debate sobre la necesidad de generar mas espacios, comunicación y reflexiones en torno a la revolución y la auto-organización de la vida.
De este lado así estamos. Deconstruyendo nuestro pensamiento a base de leyes y aprendiendo el uso de las nuevas palabras o la re significación de las viejas. Pero además de pocos/as y anacrónicos/as somos cabezas duras, y por el momento no nos cierra nada de toda esta basura discursiva que en la práctica nos sigue cagando. Conocemos varias de nuestras limitaciones y por momentos vemos impracticables algunas de nuestras viejas formas de solidaridad (como por ejemplo la huelga general contra la guerra) pero son impracticables en cuanto a dimensiones. Eso no cambia nuestra manera de ver y actuar. Ni la nuestra ni la de muchos/as compañeros/as desperdigados por todos lados que siguen haciendo carne eso de Solidaridad y Acción Directa.
Para nosotros/as, como les gusta decir a algunos/as, solidaridad y Estado, asuntos separados.