El 2018 está terminando. A lo largo de estos cinco números del periódico, hemos tratado de comentar algunos de los temas que nos tocan vivir por esta parte del mundo y algunos otros que hacen a nuestra pertenencia al anarquismo. Desde el Norte a la Patagonia, compañeros/as (y por suerte también muchos/as que no lo son) leyeron nuestra visión sobre el devenir político y económico argentino, intentando buscar sus orígenes y compartiendo parte de sus consecuencias. Una vez más, saludamos y agradecemos a quienes mueven el periódico por la región, y esperamos ir achicando distancias para poder charlar cara a cara y seguir pensando y discutiendo esto de buscar la revolución social.
En este 2018, pasó más o menos lo que casi todo el mundo preveía. La caída de la economía sigue generando desempleo, los sueldos no alcanzan ni siquiera para lo mismo que hace un par de años. Se sigue perjudicando a los/as de siempre, y las respuestas a tanto despojo por ahora son muestras de resistencia, o dignidad, que se están pagando con muertos/as y presos/as, pero todavía no toman forma de algún tipo de alternativa. Los partidos del color que sean, sindicatos o iglesias, tratan de acomodar el discurso en base a lo que devuelven las encuestas y basados en, por lo menos, no perder lo que ya ganaron, dando cada vez más lugar a eso que algunos/as llaman ideologías líquidas, y discursos que caen en el ridículo por los extremos. Las grandes discusiones parecen generadas para polarizar entre alternativas que no cambien nada de raíz, sino más bien para seguir cayendo en grietas sin más sentido que mantener las cosas como están.
Como en todo fin de año, llegan las promesas para el próximo. Siempre nos prometen algo milagroso que sacará adelante el país.
Hoy el gobierno, empresarios y economistas, apuestan a Vaca Muerta como la salida a la crisis. Esos serán los dólares (una parte mínima, claro) que seguirán bancando los planes sociales a costa de destruir parte de la Patagonia, como ayer la salvación de la soja financió el modelo fumigando gente y destruyendo el medio ambiente. Lo que queda claro es quienes son los/as pibes que seguirán teniendo metales en sangre o serán fumigados, mientras los que exportan apuestan en el casino financiero. Este fue y será el destino que los que deciden asignaron al país, y por si quedan dudas, la demostración de una cumbre del G20 en Buenos Aires y todo el circo montado intentarán despejarlas.
Como frutilla del postre, anarquistas. Para unos/as, el enemigo interno. Para otros/as, infiltrados/as. Para casi toda la clase política la excusa para varias cosas y quizás lo más triste, una nueva remera para vender.
Revientes, allanamientos, detenciones y atentados. Mucho material para los/as miserables, que aprovechan a rellenar páginas, minutos de aire o hacer política partidaria. Especialistas en casi cualquier tema, hablan de nosotros/as y nuestros compañeros/as, de anarquistas buenos/as y ordenaditos/as, de loquitos/as, de terrorismo, redes sociales, y de si nuestras contradicciones nos hacen encuadrar dentro de lo que ellos/as pretenden decir qué es y qué no es anarquista. Sirvan estas pocas líneas para expresarle nuestro desprecio y cordialmente decirles, váyanse todos/as juntos/as a la mierda.
Sobre esto y algunas cuestiones más intentamos reflexionar y debatir para seguir buscando la salida.
Por momentos nuestra forma de decir las cosas, de expresarlas puede sonar chocante. Hay cosas (algunas ideas, principios) que tenemos claras, algunas certezas sobre las que la falta de humildad al escribir es consciente. No vemos la manera de estar contra Dios y el Estado en todas sus formas, con la cabeza gacha. Menos aun cuando desde el primer día tratamos de dejar en claro que somos parte de los/as explotados/as y oprimidos/as, con lo cual, más de una vez nos bajaron el copete de un palazo. Pero del mismo modo tratamos de evitar, y seguiremos haciéndolo, que se tenga la idea de que desde nosotros/as saldrán recetas o algo peor, un “qué hacer”. No somos ni más ni menos que un puñado de anarquistas escribiendo “nuestra” manera de ver y pensar. No pretendemos ser dueños de la verdad y al mismo tiempo tampoco aspiramos a un lugar cómodo dentro del pequeño y por momentos asfixiante ámbito de lo políticamente correcto.