La alternancia democrática puso su maquinaria institucional al servicio del juego político. Y la grieta, esa metáfora que todo lo explicaba, dio paso a que “ellos/as”, los/as malos/as de antaño, regresaran victoriosos/as para subsanar lo que los “otros/as” habían prometido arreglar. En esa falsa antinomia del “ellos” y el “nosotros” parece explicarse estos últimos 20 años de política argentina. Y en el medio los “rotos” de siempre.
Pero la faceta política tiene inevitablemente su correlato económico, ya que ambas instancias, Política y Economía le dan forma y sustento al capitalismo en su versión local. A la devaluación, el desempleo y la inflación hay que sumarle como una arista no menos importante la deuda contraída para pagar, vaya paradoja, deuda. Como ya se sabe, el acreedor más importante es el Fondo Monetario Internacional (FMI) el cual acordó con el gobierno de Mauricio Macri, un préstamo por 56.000 millones de dólares. De ese monto total, el gobierno utilizó 43.300 millones para cancelación de deuda pública. El faltante de lo acordado está en un stand by ya que Alberto Fernández, el presidente electo, sostuvo que no va a hacer uno de lo que resta. Como dato de color, vale resaltar que el préstamo acordado entre Macri y el FMI representa, para este último, el 61% del total que dispone para usura financiera. Este porcentaje da cabal muestra de la magnitud de la deuda que la política de turno decidió tomar.
De esta manera, es evidente que el panorama económico seguirá siendo un vaivén de recetas mágicas que, estoicamente deberán (o serán) asimiladas como se pueda por el grueso de la población. Al menos eso se desprende del contexto argentino actual que va a contramano de lo que sucede, pese a sus matices, en regiones como Chile, Colombia o Ecuador, por sólo nombrar ejemplos cercanos. Y decimos a contramano porque por estos lares la política y su parafernalia democrática han sabido asimilar cualquier atisbo posible de violencia callejera. Y para ello han contado con la ayuda innegable del peronismo, el sindicalismo, la mayoría de las organizaciones sociales y la Iglesia.
El leitmotiv de Alberto Fernández parece resumirse en la idea central de que “el objetivo es recuperar lo antes posible el nivel de actividad económica”. Y para ello sostienen, dentro de su entorno, que lo principal será recuperar el mercado interno y mantener el equilibrio fiscal. ¿Cómo? Con más impuestos, pero sin recortar el gasto público. En esa tónica, es probable que se retome el tema de las retenciones móviles a las exportaciones del sector primario. También se evalúa una nueva modificación en el impuesto a las ganancias y una mayor presión sobre las grandes empresas y holdings. Pero por ahora son sólo conjeturas. Lo que sí es claro es que la presión del pago al FMI será el norte que configure la economía, y sobre esta realidad pendularán las decisiones del gobierno de Fernández / Fernández.
Ahora bien, para darle sustento material a esta idea económica es necesario, como mínimo, tener un panorama al menos general de donde provendrá el dinero disponible para llenar las arcas de “San Estado” para, de esa forma cumplir con lo pre acordado con el FMI. Y en este punto, parece haber concordancia en el denominado “círculo rojo”, ya que los asesores económicos sostienen que los dólares llegarán de áreas específicas. Y ellas son: la tecnología aplicada, el turismo, el sector agropecuario y la minería.
Según datos oficiales, en 2017 las tecnologías aplicadas y el software (su desarrollo desde una visión económica) representaron el 9% de total de bienes y servicios exportados por la Argentina, por un total de 1700 millones de dólares. De esta forma, desde el entorno de Fernández se especula con la posibilidad de ampliar este sector, aunque por el momento no se han explayado en el cómo. Por su parte, el turismo es, otra vez según datos oficiales, el cuarto sector exportador, detrás de las oleaginosas, los cereales y la industria automotriz, con ingresos totales en 2018 de 5900 millones de dólares. Obviamente tampoco se sabe el cómo, pero se puede estimar que será a través de fomentar el turismo extranjero.
El sector agropecuario siempre es el “caballito de batalla” de cualquier gobierno, y también es quien, dependiendo el contexto, genera acaloradas disputas (sino recordemos aquellos años de “luchas discursivas” entre Guillermo Moreno y Martín Lousteau). Y por lo que parece, sobre todo teniendo en cuenta que las retenciones parecen ser una bandera del próximo gobierno, se avecinan meses de peleas entre los organismos del campo y el Gobierno de Fernández. Pero retomando la idea central, el campo es considerado como otra forma de generar las divisas necesarias. Y para darle sustento económico, se parte de cierta estadística que considera que el sector es altamente importante porque emplea a 500 mil personas de manera directa, y a más de un millón y medio de manera indirecta.
Por último, la gallina de los huevos de oro parece ser la minería a través de Vaca Muerta. Y por más que hoy esté prácticamente parada, es el as que cuenta (por más que lo nieguen) el gobierno peronista para darle impulso a la economía en terapia intensiva. Para contextualizar, sin explayarse demasiado, Vaca Muerta es la segunda reserva de gas y la cuarta en petróleo no convencional a nivel mundial. De los 30 mil kilómetros que abarca, sólo se han explotado un 2%. Trabajan 30 empresas, las cuáles producen 25 millones de metros cúbicos por día. Entre octubre de 2017 y 2018, la producción de shale creció un 250% y representa el 15% de la producción de petróleo no convencional. Con estos números es evidente porque es la principal (y casi la única) vía de ingresos de divisas a futuro. Pero también es generador ineludible de resistencias por las consecuencias que su desarrollo originaría a cuestiones básicas de la vida en sociedad.
Hasta acá un esquemático recorrido sobre los argumentos meramente políticos y económicos. A continuación, intentaremos poner de manifiesto una crítica (que no es propia en esencia) pero que puede servir de punta de lanza para adentrarse en la problemática, sus razones y resistencias.
El (neo) extractivismo
Desde los estudios de las ciencias sociales, desde hace ya varios años, se dejó de utilizar la categoría de análisis conocida como “extractivismo”. En su lugar apareció una nueva conceptualización que pretende ir más en profundidad, sobre todo a raíz de los cambios que se han ido produciendo entre el contexto, los recursos y las tecnologías: el “neoextractivismo”. Quien ha sintetizado más cabalmente esa categoría (o si se quiere más claramente) es Maristella Svampa. Para dicha estudiosa de la problemática, el neoextractivismo puede definirse “como un patrón de acumulación basado en la sobreexplotación de bienes naturales, cada vez más escasos, en gran parte no renovables, así como en la expansión de las fronteras de explotación de territorios antes considerados como improductivos. La intensificación de una dinámica mercantilizadora está asociada al metabolismo social, el que, en el marco del capitalismo avanzado, exige para su funcionamiento cada vez más materia y energía, presionando por ende sobre bienes naturales y territorios. En consecuencia, el extractivismo actual se caracteriza por la exportación de bienes primarios a gran escala, entre ellos, hidrocarburos (gas y petróleo), metales y minerales, y productos ligados al nuevo paradigma agrario”.
Para Svampa el perfeccionamiento del capitalismo se manifiesta principalmente en la mercantilización de todo aquello con posibilidad de producir ganancia material, sin importar las consecuencias socio-ambientales producto de la búsqueda de rédito. Un círculo vicioso con el único fin de alimentar la acumulación capitalista a como dé lugar.
Siguitendo a esta autora, “otro rasgo inherente al neoextractivismo refiere al gigantismo o la gran escala de los emprendimientos, la cual nos advierte también sobre la envergadura de las inversiones (de carácter capital-intensivo y no trabajo-intensivo) y de los actores intervinientes –en general, corporaciones transnacionales–. Asimismo, desarrolla una dinámica territorial cuya tendencia es la ocupación intensiva del territorio y el acaparamiento de tierras, a través de formas ligadas al monocultivo o monoproducción. El avance sobre el territorio combina, en gran parte de los casos, la dinámica del enclave o de la fragmentación territorial (escasa producción de encadenamientos endógenos relevantes), con la dinámica del desplazamiento (dislocación de las economías locales tradicionales y expulsión de poblaciones). Por último, más allá de las ventajas comparativas (altos precios internacionales de los commodities), en sus diferentes formas, la dinámica extractiva inserta a los países del Sur como proveedores de materias primas, reformulando una vez más las históricas asimetrías entre el centro y la periferia, en el marco de la división internacional del trabajo, tal como aparece reflejado en la distribución desigual de los conflictos socioambientales y en la reprimarización de las economías”.
Esta nueva modalidad relacional hace más palpable la tensión entre el capital y la fuerza de trabajo a partir del avance sobre las cuestiones locales (acceso a la tierra, el agua y saberes). Desnuda, más salvajemente, las asimetrías sociales, profundizándolas hasta la asimilación o, en lugares específicos, la resistencia. En el agro-negocio y la explotación hidrocarburífera puede verse con mayor claridad estas características denominadas como neoextractivismo. Por ejemplo, la Argentina se encuentra entre los cuatro principales productores mundiales de soja con 24 millones de hectáreas cultivadas. Expansión que, desde el primer gobierno de Menem, implicó una restructuración del sistema agrario tradicional. Otro ejemplo es la explotación de hidrocarburos a partir de técnicas no convencionales, como el fracking. Y en ese nuevo paradigma, Vaca Muerta se posiciona como el “caballito de batalla” por excelencia del kirchnerismo, el macrismo y el futuro gobierno encabezado por Alberto Fernández.
A modo de cierre, resaltar que en la búsqueda de la supervivencia, las poblaciones directamente afectadas se organizan desde las cuestiones más elementales. Y en esas luchas, compañeras/os anarquistas intentan profundizar y visibilizar dichas resistencias.
La excusa de estas líneas fue poner de manifiesto algunas cuestiones básicas de la temática para, en futuros números del periódico, adentrarnos en puntos y problemáticas más específicas.