El 24 de diciembre de 2018, con 91 años murió Osvaldo Bayer. Era de esperarse un trato político y mediático a la altura de las circunstancias, y el tiempo diría quien caería más bajo. Quien sería el primer pelotudo que hablara del último anarquista, se supo pronto y el premio fue para Gustavo “el gato” Silvestre. Sí, ese que salía en la TV con una placa atrás que decía “estos raros anarquistas nuevos” o algo así; el que siempre habló de infiltrados en las manifestaciones por el lechuga, al que llamaba “joven artesano” o gritaba que arrojaban bombas por que estallaron unos vidrios cerca y al poco tiempo fue parte importante en un montaje donde se ensució gente con nombre y fotos para hacerla pasar por policía.
Otra vez los miserables. El anarquismo en modo Ave Fénix, el muerto que viaja a Valhalla, Di Giovanni, Soto y otros en asamblea mística. La poesía progre para los/as anarquistas buenos/as, y la idea de hacer dinero con ediciones impresas en tela o papel. El intento trotskista (sí, esos que fusilaban anarquistas) de hacer política con el muerto y por lo menos ganar un cambio de nombre a alguna calle. Y mientras tanto los/as anarquistas presos/as.
Por el momento no existimos (¿y los/as compas presos/as?, tampoco). Tenemos un tiempo en el limbo al que nos mandan todos estos cagatintas. Ya anunciarán la llegada del “nuevo anarquismo” y renaceremos desde las cenizas de la hoguera que ellos mismos ayudaron a prender.