El problema de la vivienda está presente desde los orígenes del capitalismo. Con el desarrollo de las primeras ciudades industriales, hasta el día de hoy, el acceso a la vivienda ha sido un problema que afectó y afecta a los/as mismos/as de siempre. Pese a esto, la vivienda no fue una reivindicación tan presente como la lucha por el salario y mejores condiciones laborales hasta comienzos del siglo XX, cuando se produjeron las primeras huelgas de inquilinos/as.
Una de las incipientes experiencias huelguísticas de las que se tiene noticia ocurrió en el País Vasco en 1905, donde 2.000 familias de Barakaldo y Sestao paralizaron la actividad económica en el Gran Bilbao durante casi un mes. Si bien estos lugares eran la base social del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), la huelga se desarrolló de un modo autónomo.
En los últimos meses de 1907 se dio en Buenos Aires y en otras ciudades de Argentina, una de las más importantes huelgas de inquilinos/as del período. En agosto de ese año, la Municipalidad de Buenos Aires aprobó un incremento en los impuestos para el año siguiente. Inmediatamente los/as propietarios/as de conventillos, inquilinatos y pensiones trasladaron ese aumento al costo de los alquileres. El 13 de Septiembre, las 132 piezas del conventillo /“Los cuatro diques”/ (Ituzaingó 279), conformaron un /“Comité de Huelga”/ que se negó a pagar en tanto no se realizara una rebaja del 30% de los alquileres y se llevaran a cabo mejoras sanitarias en los edificios.
Esto se contagió a otros conventillos e inquilinatos en los barrios de San Telmo, La Boca, Balvanera, San Nicolás y Barracas. Cada uno conformó un /“Comité de Huelga”/ y éstos, a su vez, se coordinaron a través del /“Comité Central de Lucha contra los altos alquileres y los impuestos”/. En Octubre ya había más de 500 conventillos en huelga, a los que se sumaron 250 durante ese mes, llegando a 2.000 casas hacia finales del conflicto. La huelga se extendió a otras localidades como Lomas de Zamora, Avellaneda, La Plata, Bahía Blanca, Mar del Plata, Rosario, Córdoba y Mendoza. El conflicto se había vuelto nacional y había más de 140 mil inquilinos/as en huelga.
La huelga había comenzado.
“¿Desalojos? ¡Agua hirviendo! Todas las armas son buenas en épocas de guerra; y nadie puede decir que no estamos en plena guerra contra la explotación y la usura. ¡A defenderse, pues!”. La Protesta, 1907
Las frías madrugadas de Agosto de 1907 fueron el momento donde las/os habitantes de los conventillos debieron estar preparados/as, ya que era el momento elegido para los desalojos. Las/os inquilinos/as eran sacados de sus habitaciones por la fuerza. Primero era una metralla de agua helada disparada a fuerte presión por los bomberos. Después entraba en juego la policía comandada por Ramón Falcón.
Las protagonistas de la huelga fueron las mujeres. La consigna: resistir el alza de los alquileres y los desalojos. Fue entonces que a escobazos sacaban a los abogados, escribanos, jueces, bomberos y policías que pretendían arrancar a las familias de sus casas. Las mujeres ya estaban preparadas ante cada intento de desalojo e iniciaban un verdadero bombardeo con toda clase de proyectiles, mientras arrojaban agua que bañaba a los agentes. La resistencia a los desalojos tuvo diversos métodos. Junto a las puertas acumulaban piedras, palos y todo elemento que pudiera ser útil. Algunas crónicas relatan la decisión en algunos conventillos de colocar enormes calderos con agua hirviendo, amenazando despellejar a quienes intentaran echarlos.
El desalojo de la calle San Juan 677 tuvo un final trágico cuando cientos de vecinos/as quisieron impedirlo. Comenzaron los golpes y la policía se abrió paso con sablazos y disparos. Una bala impactó en la cabeza del joven orador, Miguel Pepe, de 15 años, que a las horas falleció. Su féretro fue llevado en vilo por ocho mujeres, que se fueron turnando de barrio a barrio. El cortejo fúnebre llegó a Chacarita encabezado por unas 800 mujeres, seguidas de 5.000 trabajadores que habían declarado la huelga.
“Barramos con las escobas la injusticia de este mundo”. Miguel pepe
Los conventillos habían sido las antiguas casas de la burguesía porteña que luego de la epidemia de la fiebre amarilla, en 1871, se trasladaron a Barrio Norte. Esto permitió que una gran cantidad de personas se ubicaran en los ya obsoletos caserones de la zona sur. Algunos comerciantes y especuladores acondicionaron viejos edificios o construyeron precarios alojamientos llamados “conventillos” para las/os trabajadores e inmigrantes que llegaban en las últimas décadas del siglo XIX.
Las condiciones de estas viviendas eran sumamente precarias: carentes de ventanas, hacinamiento, falta de agua y cloacas. El servicio de baño y lavadero eran comunes. Los abusos de los/as propietarios/as estaban garantizados desde el inicio de su relación con los/as inquilinos/as: solían exigir una garantía de depósito de varios meses de alquiler por adelantado o el pago de dos meses de locación, y el recibo se entregaba recién el tercer mes, por lo que ante un reclamo el inquilino aparecía como moroso. El Censo Municipal de 1904 registraba que el 22% de los conventillos de Buenos Aires (559) no tenían baños, y que vivían 11. 5 personas por casa, casi todas en el mismo piso. El 10% de la población se albergaba en conventillos y el alquiler representaba entre un 20% y 30% del salario de un obrero. Quienes no pudieran pagar un alquiler debían someterse a sistemas como la “cama caliente”, en donde se alquilaban colchones para dormir en el patio, o la “maroma” que consistía en una cuerda que atravesaba la habitación para que la persona se apoyara en las axilas durmiendo de pie o sentada en un largo banco.
Pasaron más de 100 años y las condiciones no han cambiado mucho. En la actualidad, más del 40% de los ingresos de una persona se va en el alquiler, sin contar expensas y servicios. Los requisitos de ingreso son meses de adelanto, más depósito, más gastos de escribanía, abogados/as, certificación de firmas, garantía de propiedad.
El circuito de quienes pueden acceder a alquilar una propiedad es reducido, de alguna manera se debe pertenecer al círculo de propietarios para ser fiable a la hora de habitar una casa, un departamento. Obviamente más de la mitad de la población no entra en la media del buen inquilino/a, para quienes hay /“hoteles de día”/, donde viven familias enteras en una sola habitación; alquileres temporarios; pensiones donde sólo hay, con suerte, una habitación y se comparte baño y cocina, o alquileres de cama en una pensión.
La vivienda fue y es un negocio para algunos/as. Quien regula el precio es el mercado inmobiliario, la especulación es quien marca el ritmo y las condiciones para los/as inquilinos/as.
Actualmente se están discutiendo diferentes proyectos respecto a la problemática de la vivienda, entre ellos, la regulación del precio de los alquileres, (éstos no deberían superar el 30% de los ingresos de quien alquila), y el tiempo de contrato se extendería. Esto en cierto punto puede llegar a funcionar como paliativo de una situación que se torna insostenible. Pero va mucho más allá de pagar más o menos.
Los ejemplos anteriores nos sirven para intentar hacer foco en la raíz del problema. Cada medida tomada por las ONGs (hay varias en las principales ciudades del país y algunos intentos de federarlas) que agrupan inquilinos/as va enfocada a cambiar legislaciones o reclamar intervención del Estado. El problema con reclamar derechos es que quien te los da, te los quita. Fortalecer las leyes nunca será una opción si se quiere terminar con los problemas. Cuando el Estado interviene es para garantizar que algunas relaciones no se alteren del todo. Si recorremos la ciudad o las diferentes ciudades podemos ver los cambios. La constitución de los barrios está cada vez más marcada por los proyectos inmobiliarios. Hay barrios que se destruyen para dar lugar a nuevos conceptos de vivienda y sociabilidad, como así también de consumo y seguridad, en definitiva, el urbanismo como control social. No en vano a la villa 31 hoy desde el gobierno de la ciudad se la denomina /“barrio 31”/. El proyecto incluye muchísimas obras, papeles de titularidad y la esperanza de pasar de ser un/a trabajador/a a un /“emprendedor”/ ¿Cuánto saldrán los alquileres que se puedan conseguir en el futuro? ¿Quiénes serán los/as nuevos vecinos/as y a donde irán a parar los/as actuales que no logren el bendito papel que los convierta en propietarios/as?
Hay quienes se encierran para no ver qué sucede afuera y hay quienes viven en ese afuera. La situación que encierra la problemática de la vivienda es mucho más que cuatro paredes donde dormir.