Que los medios masivos de información tienen una preponderancia social determinante es innegable, y esto podemos constatarlo en el cotidiano. Esta situación no sólo la edifican a partir del poderío económico y los lazos políticos, sino también por una batería de vericuetos mediáticos que ayudan a construir la realidad mediatizada que día a día escupen sobre lo que llaman “opinión pública”.

Una de esas estrategias es lo que en la jerga periodística se denomina “cortina de humo”. Y vaya paradoja (o no tanto, ya que política y guerra caminan juntas desde siempre) el concepto tiene su origen en el vocabulario militar. Durante la Primera Guerra Mundial era común que los ejércitos, acostumbrados a la lucha “cuerpo a cuerpo”, utilizaran como táctica la propagación de densas masas de humo para ocultar al enemigo el movimiento de las tropas y de esa forma, utilizar el factor sorpresa como parte del ataque. La cortina de humo era una maniobra de distracción que servía no sólo como ocultamiento, sino también como una artimaña para pasar al ataque.

De esta manera, es válido trazar una analogía entre esta particular táctica militar, la política y los medios de información. Hoy en día las densas masas de humo no son tales, sino que son humaredas virtuales, pero no por eso menos peligrosas. El objetivo sigue siendo el mismo, aunque en otro terreno: distraer, desviar y adormecer a la gran masa que llaman opinión pública. Cada opereta mediática cumple un rol específico, por consiguiente, las cortinas de humo tienen fecha de caducidad. Y a cada cortina de humo la reemplaza otra de acuerdo a la necesidad periodística/política del momento.

Pero nada mejor que los ejemplos para darle fuerza al argumento. Y en este punto la política y el periodismo vernáculo son una Caja de Pandora que se alimenta cotidianamente. Podríamos bucear en diferentes formas de construir la realidad mediática a partir de la idea de cortina de humo, pero con situaciones periodísticas cercanas en el tiempo alcanza y sobra.

En diciembre de 2007 se da un caso de lo más paradigmático, sobre todo por la sobreactuación de los protagonistas de turno. A raíz de la información vertida por algunos medios, a partir de la acusación del fiscal norteamericano Mulvihill de que las valijas de Antonini Wilson estaban destinadas a la campaña de Cristina Fernández (CFK), desde el oficialismo se fogoneó un hecho de lo más risueño para desviar el foco de atención. Inmediatamente conocida la noticia de las valijas, al otro día, dos agrupaciones piqueteras (Trabajo y Dignidad y MP 29) ocuparon durante varias horas el Ministerio de Desarrollo Humano de la provincia de Buenos Aires, provocando serios destrozos edilicios. Demás está decir el revuelo mediático alrededor de este suceso. Sin embargo, nadie se percató (o mejor dicho, poco importó) de que ambas agrupaciones sociales respondían al kirchnerismo en el poder.

Otro ejemplo del kircherismo es el discurso rimbombante de CFK en referencia al Tren de Alta Velocidad Rosario-Córdoba (cualquier similitud con los cohetes de Menem a la estratósfera es pura coincidencia, o no), el cual llevaría a la Argentina a dar un salto de calidad tecnológica única en Latinoamérica. Durante días los filo-periódicos k llenaron páginas hablando de este acontecimiento, aunque evidentemente con el paso de las semanas fue perdiendo peso social, olvidado, y a “otra cosa mariposa”.

Sería muy egoísta de nuestra parte considerar que todo se reduce al kirchnerismo (como ellos mismos quieren creer, ya que hay una Argentina pre y post K si hacemos propio el relato que vendieron durante 12 años) ya que el actual gobierno del “sí se puede” (slogan por demás estúpido y vacío de contenido) tiene sus propios operadores en las sombras que les fomentan y construyen cortinas de humo según la necesidad. Por ejemplo, fue asombroso como se intentó instalar la idea del “crecimiento invisible” de la economía. Horas y horas escuchamos a los eruditos económicos del PRO trazar y explicar ecuaciones para sostener la idea del crecimiento de la economía. ¿En que se basaban? En que el PBI real en 2017 subió un 2,9%, pero lo que no nos dicen estos economistas es que en 2016 cayó un 2,6% respecto al año anterior. Entonces, en realidad, lo que sucedió en 2017 es que se recuperaron los índices de 2015. Pequeñas trampas lingüísticas para vender realidades de acuerdo a los intereses del gobierno de turno.

Lo que realmente generó una gran telenovela de alcance nacional fue lo concerniente a las encarcelaciones de ex funcionarios kirchneristas. En un abrir y cerrar de ojos, “ellos” eran todos malos y “estos” todos paladines de la justicia. Desde los medios se generó un bombardeo mediático sin precedentes, hasta el punto de ser, por momentos, el único tema con relevancia. Así fue como Ricardo Jaime, Milagros Sala, Lázaro Baez, “Pata” Medina, Julio López, Cristóbal López, Luis Delía, Omar Suárez, Carlos Zanini, entre otros, eran la encarnación del mismísimo Lucifer para “estos”; o la resistencia peronista de tintes setentistas para “ellos”. Demás está decir que ni una cosa ni la otra. Todo fue parte de eso que denominamos, a la largo de esta nota, como cortina de humo, ya que, entre otras cuestiones, se intentaba desviar temas como los denominados “Panamá Papers” o las cuentas off shore. Paradójicamente situaciones que salpicaban a Mauricio Macri y su círculo más cercano.

Y así podríamos estar horas escribiendo diferentes ejemplos, en temas tan disímiles como la sobreactuación en lo alusivo a la “mano dura” y el abolicionismo; o en lo referido al aborto y el conservadurismo religioso; la ampliación sobre las licencias por paternidad; los abusos sexuales en los clubes de fútbol; la farándula comprometida, Natacha Jaitt y Mirtha Legrand, e infinidad de etc.

En 1922, el periodista Walter Lippmann acuñó la idea de “manufactura del consenso”. Concepto que décadas posteriores retomó, a partir de su carga negativa, Noam Chomsky para desarrollar su crítica a los medios masivos de información. Básicamente dicho argumento hace mención a otras formas de control social, apuntaladas en la propaganda y la publicidad y perfeccionadas a partir del propio desarrollo de los medios de información y su crucial preponderancia social. Esencialmente la idea gira en torno en entender que el control de la opinión pública no es predeterminado ni dirigido, sino que es una cuestión aleatoria y emergente, producto de la selección temática de lo que es relevante o no para los medios de información. De esta forma, lo que intentaba Lippmann era vaciar de contenido ideológico a los mass media. En esa sintonía puede ser leída la idea de cortina de humo en la construcción mediática que día a día edifican los Medios.

En definitiva y parafraseando un conocido refrán: dime que cortina de humo prefieres y te diré quién eres.