“Hay tantos anarquismos como anarquistas” se suele decir para no definir nada, o peor aún, para hacer gala de una tolerancia que no deja lugar a dudas (ni certezas). Por más que la frase se puede aplicar a cualquier grupo o idea, la cuestión de defender la libertad del individuo por parte de las/os anarquistas, da lugar a que algunos/as trasnochados/as utilicen el término a falta de alguno que no esté desacreditado. Las traducciones de ciertas palabras también ayudan a la confusión o al oportunismo.
Durante los últimos años se viene hablando en los medios del “anarco-capitalismo”. Por momentos de forma simpática y en otros como el terror del mundo financiero. En definitiva se habla de algo que no se conoce del todo bien ni se define con claridad y nosotros/as no seremos la excepción a la regla, pero algunas cuestiones son fáciles de ver y rápidamente uno/a se da cuenta de lo lejano que están estos “anarcos” de la idea de terminar con la explotación del hombre por el hombre.
En términos generales, se habla de Murray N. Rothbard como el que utilizó el término o dio forma a la idea anarco-capitalista por los años 70. Formado en la Escuela Austriaca de Economía (guía de la gran mayoría de los liberales), tomó los preceptos económicos y les dio una concepción política particular. Otros/as de la misma escuela, han salido para otros lados y han creado ideas que resultan hasta difíciles de nombrar. Sus principios básicos serian la libertad individual, la defensa de la propiedad privada y la negación del Estado. Parados en esas ideas, tienen solución para casi todos los problemas del mundo ya que ante cualquier problema pueden acudir a empresas privadas (salud, policía, educación, etc.) y listo. La explotación, según esta gente, dejará de existir ya que al no estar el Estado fijando precios, patrón y laburante acordarán libremente la jornada laboral y el salario (casi como lo propone el gobierno actual, más allá que en la práctica no deje paritarias libres). Al parecer, contrariamente a lo que se dice, estarían contra los grandes monopolios y oligopolios, los cuales deben su existencia a la complicidad del Estado y su intervención.
Lo anterior es lo más serio que uno podría decir. En internet se pueden encontrar defensores de esta “teoría” que se basan en Max Stirner y Proudhon, entre otros. O ejemplos risueños que hacen mención a la cultura punk o a la serie televisiva Brigada A (Sí; esa donde trabajaba Mario Baracus). La influencia de ciertos/as ricos/as y famosos/as también suma.
En Argentina nunca han pisado fuerte. Para esta gente, lo más parecido a su objetivo (muy modesto, claro) fue el gobierno de Menem con sus privatizaciones y, por ejemplo, terminar con el Servicio Militar Obligatorio. El mercado y el individuo con más libertades. Varios anarco-capitalistas locales apoyan la candidatura de José Luis Espert, pero técnicamente él es un liberal en lo económico pero no en lo social. Hoy su máximo exponente resulta ser Javier Milei, un economista farandulero que suele aparecer en programas de TV gritando y haciendo declaraciones rimbombantes. Por más payasesco que parezca, Milei fue economista de varias empresas y bancos importantes. Y utiliza su momento de fama para bajar línea mientras gana dinero (incluso habla en teatros de revista). El discurso es muy fácil de comprar, ya que con ejemplos simples demuestra que el Estado te roba dinero con los impuestos y no brinda ningún servicio aceptable, y habla mal de toda la casta política. La solución también es fácil, privatizar todo y sálvese quien pueda. Por lo tanto, la discusión con la política en general no es la explotación del hombre por el hombre sino el nivel de intervención externo que el capitalismo tolera. En definitiva, están tan cerca de querer un cambio que busque la revolución social como cualquier otro charlatán que pida votos.
“Lo que estoy proponiendo es volver al capitalismo en serio, porque esto que estamos viviendo no es capitalismo, es un anarco-capitalismo financiero total, donde nadie controla nada”. (Cristina Kirchner en el G20. 2011)
Las/os anarquistas no estamos para nada libres de contradicciones. La historia está a mano para poder ver que se cometieron errores o traiciones desde nuestro propio bando. Anarquistas han llegado a asumir puestos en ministerios durante la guerra civil española. Hoy mismo hay pequeños grupos que diciéndose anarquistas, manejan planes sociales y hablan del “Partido”. Así podríamos seguir hablando de los demás, hasta encontrar y exhibir las contradicciones que tenga el grupo editorial. No es la idea. Simplemente buscamos explicar algo que no resulta difícil de entender. Buscamos una revolución social para terminar con la explotación y la opresión, por lo tanto donde los medios de vida sean de todos/as. Entendemos que eso, entre algunas cosas más, como por ejemplo la acción directa, la solidaridad y el apoyo mutuo es lo que nos define como anarquistas y no vemos al Estado como un obstáculo para el capitalismo y la explotación, al contrario, es su garante y brazo armado (de ahí que no luchamos por leyes o proponemos denuncias). Nada de esto nos separa de ser “gente” ni nos coloca en un lugar de claridad o vanguardia de ningún tipo. Entendemos el anarquismo como un cúmulo de experiencias de lucha, vividas y actuales, de las que nos nutrimos y a la vez somos parte.
No saldrá del periódico una definición absoluta del “anarquismo”, no lo pretendemos, y tampoco seremos parte de una disputa por el uso del término. El día que la mayoría de la gente crea que un/a anarquista quiere ser buen patrón, o candidato/a de un partido, o se viste, habla y come de una manera en particular, o crea que las leyes y las urnas son camino a la libertad, simplemente buscaremos otra forma de nombrarnos. Por ahora no hace falta, ya que no hay tantos “ismos” ni tantos “istas” como para usar otro nombre, ni para nosotros/as, ni para nuestra prensa.