La realidad anarquista está en las posibilidades que tiene el pueblo de realizar la anarquía. No la inventamos nosotros: cuando más la suscitamos, poniendo un acento enérgico a cuanto en él es instinto y esperanza. Intuía la libertad: debe vivirla; aborrecía el Estado: debe aplastarlo.
Esto no será tan fácil como escribirlo. (¡Qué va a ser si ésta es la lucha en que agonizamos!) Pero nadie puede probarnos que es imposible. Por más que digan los que, llegada la hora de la realidad anarquista, se quedan a la mitad del camino, los obstáculos que ven o los riesgos que señalan, no se los levanta el pueblo, sino los que no pueden querer, porque no les conviene, o porque no comprenden, la anarquía. ¿Cómo aliar las pequeñeces de ellos con las grandezas nuestras?… ¿Por qué pararse a contemplarlas?… Mejor sería recordar que no hubo, hasta ahora, alzamientos populares, y menos revoluciones, que se perdieran por pelear mucho y quererlo todo, sino al revés: por no emplearse a fondo y querer poco.
Del mal el menos, es un eufemismo del no podemos; la realidad que se nos impone, no la nuestra. Porque no se puede todo, solos, adherimos a los que, solos también, no pueden nada. ¿Pero es que somos nosotros, los Fulanos o Zutanos, los miles o los millones de anarquistas, la anarquía?… ¡No! ¡Protestamos que no! Que tengamos su acento y su doctrina no quiere decir que tengamos la realidad de su vida. Ésta la tiene el pueblo. Y de sus limitaciones para vivirla no podemos hacer caudal nosotros: porque no está probado que así sea y, en cambio, sí está probado que el que lo limita es el gobierno.
En este instante del mundo de sí o no, de bien o mal, sólo los que no pueden, por infijos o cobardes, juegan a menos. Son los que siempre también ventajearon las derrotas de los rotundos y fuertes. Los que, entre los dos extremos del varonil todo o nada, del salto hacia el infinito o el regreso a la caverna, se quedaron en el medio, entre las dos audacias, que les dan miedo.
¿Somos nosotros, los anarquistas, de ésos?… ¡No! ¡Protestamos que no! Son nuestras arremetidas las que han llevado a la humanidad a esta encrucijada de vida o muerte. ¿A qué engañarnos?… Porque peleamos por todo, los enemigos del hombre pelean por que no logremos nada.
Pero el pueblo quiere todo. La anarquía es todo. Anarquistas: ¡A POR TODO!