“Un sueño cumplido después de 37 años en la actividad privada, sentir q puedo devolverle a la sociedad aunque sea un poco de todo lo q este país me dio. Estas cosas tienen un significado especial para quienes venimos de un origen humilde y creemos en la movilidad social ascendente” A. Aracre.
La organización social actual y moderna, el entramado de relaciones sociales, políticas y económicas, la res publica, presenta día a día innumerables y complejas problemáticas para los diferentes actores que la componen: empresarios, políticos, laburantes…gente. En esta sociedad organizada desde el estado y por el capital económico, se espera que las respuestas a todos los actores sean dados por la política a través de los diferentes instrumentos estatales. Quienes históricamente estuvieron al frente de estos fueron nuestros queridos políticos, personas expertas en nada pero que todo lo saben; o al menos es lo que aparentan para convencer de ser el indicado a la hora de decidir cómo debemos vivir nuestras vidas. Es harto sabido de estos personajes, cuya supuesta misión es la de abogar por las necesidades de todos los habitantes de determinada región, que llegados al lugar de poder, comienzan a operar en pos de intereses que, salvo presión social (mucho quilombo, digamos), solo benefician a unos pocos…con ellos incluidos.
La puerta giratoria
A partir de mediados de los 80’s, comienza a generalizarse un fenómeno (que antes se consideraba aislado) en el mundo de la política: funcionarios públicos pasan a cumplir tareas al sector privado. Uno de los primeros países que toma nota de este fenómeno es Francia, quien ve mermada su planta de funcionarios estatales de alto rango en pos de empresas privadas. Luego es en la región española donde se dan casos de lo más gráficos posibles llegando a ser dos ex presidentes quienes pasan a ocupar cargos en empresas privadas. Con el tiempo, este movimiento de funcionarios comenzó a darse en el sentido inverso, es decir del sector privado al público.
Amakudari llamaron los japoneses a este hecho que se dio a conocer en el mundo occidental como puerta giratoria, una puerta que en principio se ve cerrada pero que permite el paso en los dos sentidos de manera continua.
Cualquiera de nosotros podría pensar ‘¿Qué tiene de malo cambiar de trabajo?’ pero inmediatamente algo instintivo nos lleva a dudar de que solo sea eso: un cambio de laburo. ¿Por qué un funcionario de alto rango abandonaría su cuantioso salario y comodidad? Obviamente, por otro más alto. ¿Pero que ofrece él al empresario privado para que le pague una fortuna por sus tareas? Y aquí comienza el conflicto de intereses. Tanto es así que muchos países salieron a cambiar su legislación o directamente penar esta práctica, modificando o redactando leyes, no consiguiendo frenar el fenómeno.
Dicho conflicto reside en que el funcionario político de turno ejerce presión para lograr cambios favorables en las normas que rigen a determinado sector empresarial -práctica conocida como lobby-, para luego de conseguirlo, pasar a ocupar un cargo importante en empresas de ese sector llevándose consigo invaluable información del área donde se desempeñaba. En criollo: siendo políticos utilizan los recursos a su alcance (discursos, prensa, etc.) para convencer a todos de lo favorable y progresista que es la reforma que proponen, y luego de aprobada y terminada su gestión pública, pasan a ser empleados muy bien remunerados de la empresa beneficiada por dicha ley llevando consigo la información privilegiada que le proporcionaba el cargo que ocupaba. ¿Exageramos?
José María Aznar y Felipe González, ex presidentes de la región española, estuvieron al frente de los gobiernos que privatizaron las empresas públicas Endesa y Gas Natural, para luego obtener jugosos contratos como asesor y consejero, respectivamente, de estas compañías luego de haberse convertido en transnacionales que dominan el sector energético en América Latina.
Estas prácticas sumadas a las tradicionalmente realizadas por los funcionarios (coimas, clientelismo, nepotismo, coerción, y demases maravillas) fueron conformando en el imaginario algo impensado por ellos: el descreimiento de la política.
Entonces comenzamos a ver florecer ideas nuevas y frescas. Participación de ciudadanos bien intencionados en el desarrollo de la vida social, incursionando en la política hasta llegar a los tan codiciados cargos. Codiciados por la función a realizar…para cambiar al mundo desde adentro, no sea mal pensado, nada tiene que ver con “salvarse”. Y cambiamos.
Política para todos y todas
Del descreimiento de la política tradicional devino el buscar nuevos elementos para realizar las tareas que ya no se le querían confiar al político de oficio, de cepa, el que hizo carrera vendiendo esperanza, soluciones mágicas, espejitos y cuentas de colores a granel, ese que ya todos sabemos es un chanta. Que se vayan todos gritamos en el peor momento de crisis de historia reciente, aunque solo se fueran realmente uno o dos. Y la vida siguió. Y vino el voto bronca seguido de un período de esperanza, la “década ganada”, que volvió a caer en el descreimiento para dar paso al llamado voto vergüenza, nombres colocados por la prensa.
¿Dónde buscar entonces a estos salvadores? Había que renovar la escena política, entonces, como por la ventana, comenzamos a ver empresarios intentando entrar a ese mundo. Claramente lo que tenían era dinero para bancar las diferentes campañas proselitistas, pero en principio parecía no alcanzar. Ejemplos locales de esto son el comienzo de Mauricio Macri (SOCMA la más conocida entre otras) en la ciudad y el intento varias veces frustrado de Francisco De Narvaez (CASA TIA) en provincia que si bien tuvo acceso a una banca en la cámara baja de la mano de políticos de raza como Duhalde, no logró la gobernación en dos ocasiones seguidas. Pero ya estaban ahí, acechando.
La frescura de estos empresarios reconvertidos en políticos les permitió cambiar el lenguaje, la apariencia y los conceptos básicos de la política tradicional con el soporte de las nuevas tecnologías y las redes sociales; es más, se permitieron decir cosas políticamente incorrectas pero que asumían que la mayor parte de la población aceptaba. Ejemplos actuales sobran: Trump en EEUU (que ninguna experiencia política ostenta) diciendo que endurecería políticas migratorias adquirió la mayoría de votos en la comunidad latina; Macri en esta región, de la mano de Duran Barba, se entrenó para no caer en los lugares comunes de la política y su campaña se basó en el acercamiento a la gente mediante el famoso “timbreo” mostrándose humano; Milei, a los gritos en los medios, haciéndose el que juega desde afuera, el que no pertenece a las casta, logró un ascenso meteórico, solo frenado por su boca, que lo posiciona casi en un supuesto ballotage en las próximas elecciones.
Entonces, nos encontraríamos frente al camino inverso de la puerta giratoria: empresarios tomando el poder político en nombre de la eficiencia y avalados por las ganancias de sus empresas que dejan ver que no van a robar porque ya tienen plata, no necesitan… quizás solo lo hagan por deporte.
Pero no: en esta región, ni la puerta es necesaria. Aquí, políticos y empresarios son indistinguibles; ni unos ni otros abandonan sus cargos para pasar del otro lado del mostrador y al día de hoy, una gran cantidad de “servidores públicos” siguen dejando sus pies dentro del plato de lo privado precisamente en áreas de interés de su cargo estatal. Ejemplo de esto pueden ser CFK (con los negocios inmobiliarios que no solo no dejó, sino que crecieron exponencialmente), los ministros del gobierno anterior, Aranguren (Shell) y Quintana (Fondo Pegasus, Farmacity), Iguacel (Ministro de Energía- Productos del Sur SA y la energética Ergon E&A), el ex ministro de Trabajo, Jorge Triaca (aparece como autoridad en Dining Room SRL empresa de explotación de restaurantes) y el mismo Mauricio Macri a quien nadie le cree que dejó de manejar IECSA, dejándola en manos de su primo A. Calcaterra. Y la lista es interminable. Con el retorno del “peronismo” al sillón de Rivadavia, retornaron los políticos de raza (no sabemos bien de cual) alejando a los empresarios del poder, trayendo “volumen político” de la mano de funcionarios con amigos en el Establishment…que es casi lo mismo que el empresario sea funcionario, dejando al poder siempre del mismo lado.
Hoy en día, y como ejemplo más reciente de puerta giratoria, Antonio Aracre, ex CEO de Syngenta (empresa multinacional suiza fabricante de productos químicos para la agricultura, y actualmente el grupo de agroquímica más grande del mundo, pero que ya compró una empresa china) anunció en una red social que dejaba su laburo en el sector privado para convertirse en jefe de asesores de gobierno. Con una mirada optimista e inocente, se podría pensar que viene a asesorar al gobierno en cosas que conoce y sobre un sector que conoce; con una mirada más desconfiada, solo es un lleva y trae más que a la postre sale ganando…ah, la empresa a la que pertenecía también.
Hemos sido testigos de cómo se compran leyes ( Ley Banelco) que benefician a un sector y de cómo se banca una campaña política (guita en negro transportada en ‘bolsos’) a la espera de una ‘devolución de gentileza’; del crecimiento patrimonial de cada político en funciones y de la toma de decisiones a la orden de empresas no reconociendo si la decisión fue política o empresaria. Tan así la necesidad del Estado y el capital.