“Desde lo político, vimos lo que había anticipado el presidente (Alberto Fernández): si se busca instalar un discurso de odio, hay que ir desarmándolo porque, si no, sucede lo de ayer, se agrede al que piensa distinto" Santiago Cafiero.
“la única manera de alejarnos de los peligros de esos discursos es entenderlos como una enfermedad social y aislarlos hasta que el combustible de su furia se agote". Mauricio Macri.
Nuevamente desde la política y sus medios de prensa se llama a la población a tomar postura, a elegir bando.
De un lado los odiadores seriales, que desprecian la vida y se basan en mentiras. Del otro la verdad y el amor que vence al odio.
Para casi todas las personas la elección seria simple, si no fuese que la disyuntiva esta planteada desde la lucha por el poder y con verdades a medias o directamente mentiras.
Hoy el odio esta representado por quienes protestan contra el gobierno, contra la cuarentena, contra la imposibilidad de laburar, contra la corrupción (solo de este gobierno en varios casos), se instala la idea (desde el gobierno y desde la principal coalición opositora) que detrás de estas manifestaciones estan quienes formaron el anterior gobierno y sus periodistas afines.
No importa que en las manifestaciones se puedan ver personas de muchas tendencias políticas o religiosas. Que ni siquiera se logre aunar un discurso. Darle mérito a la movida impulsada en todo el mundo por los “anarco-capitalistas” 1, o al trabajo de nacionalsocialistas que organizaron en gran medida la manifestación en el obelisco y plaza de mayo el 9 de Julio, hoy no le rinde a nadie. Los medios intentaran mostrar lo más bizarro (si, más bizarro que nazis argentinos) y ridiculizarlo. Hoy ese lugar lo ocupan los terraplanistas, o los conspiranoicos pero van variando según la necesidad.
Los editorialistas harán su trabajo siguiendo las directivas políticas. Entonces se habla del odio, de falta de racionalidad, del peligro que representan los manifestantes, los medios de prensa que los intentan representar y se planteara el problema en tono preocupado: “¿hasta dónde son capaces de llegar?”. La conclusión es casi siempre la misma. Que el Estado se haga cargo, que “cumpla la ley”, que “regule la prensa” , que prohíba manifestaciones, en definitiva, que el Estado ejerza su monopolio de la violencia y la censura. Hoy en tono progre, en el gobierno anterior con un tono de derecha, pero siempre se pide lo mismo.
Entonces, para los que tratamos de no caer en las grietas, la cosa se pone rara. Dan ganas defender a un terraplanista, cuando quien lo ataca, cree que el hijo de dios camino por arriba del agua y resucito al tercer día. De ultima, los terraplanistas todavía no queman gente en la hoguera ni tienen instituciones repletas de pedófilos. Tampoco nos resulta fácil ver en alguien que sale a correr la representación del pensamiento neoliberal.
Ni la etapa macrista fue una dictadura, ni el actual gobierno intenta imponer el comunismo. No importa el esfuerzo que hagan los payasos mediáticos, no hay manera de que pisemos ese palito. No vamos a odiar solo porque nos bajen línea.
Lo que no podemos dejar de ver, es que cuando se siembra o se instala la idea de “discursos de odio”, lo que viene nunca es bueno. Generalmente viene asociado a restringir aún más las libertades.
Los anarquistas conocemos esos discursos, los de odio y los que acusan de odiar. Los dos son nefastos y funcionan para buscar o mantener el poder.
“Protesté indignado contra la acusación de haber incitado al odio; dije como en mi propaganda había siempre procurado demostrar que los males sociales no dependen de la maldad de éste o aquel patrón, de éste o aquel gobernante, sino de la misma institución del patronato y del gobierno, y que, por lo tanto, no se pueden remediar los males cambiando las personas de los dominadores, sino que es necesario abatir el principio mismo de la dominación del hombre por el hombre; dije también que siempre había insistido sobre el hecho de que los proletarios personalmente no son mejores que los burgueses; y lo prueba el hecho de que cuando por una causa cualquiera un obrero llega a una posición de riqueza o de mando, se conduce generalmente como un burgués ordinario o peor aún.” Errico Malatesta.