La escasez, desde el punto de vista económico, es la falta de recursos necesarios para satisfacer una o más necesidades, las cuales pueden o no ser clave para la supervivencia. En tiempos de superproducciones de alimentos, vehículos, electrodomésticos, energía y millones de cosas más, parece raro hablar de escasez, pero no lo es tanto. Si algo hemos aprendido del sistema en el que vivimos es que las cosas no son para todos y todas; algunos cuentan con acceso irrestricto a la producción humana (material, intelectual, artística) mientras que para otros ese acceso, escasea, cuando no es denegado.
Ese acceso, muchas veces y como pasa ya, desde hace demasiado tiempo, se obtiene desde antes de nacer. No es ninguna novedad que de acuerdo al lugar donde a uno le toque venir al mundo, tiene ya garantizada prácticamente su vida y la de sus descendientes, o carga desde su primer día con la condena de tener que levantarse a diario a ganarse el pan para quizás, ni siquiera poder consumir lo que se produce, o peor aún, comenzar y terminar día a día teniendo una sola cosa por seguro: lo único garantizado es la desesperación. Hay quienes argumentan, y más en la actualidad, que esto solo depende del mérito de cada uno.
Ese escenario, es la descripción de cualquier día en el sistema capitalista, en cualquier lugar del planeta que, si bien tiene matices, su avance se muestra, inexorable.
A esa realidad, hace dos años, se sumó la pandemia que, como ya hemos escrito antes, no nos ‘sacó mejores’ sino, todo lo contrario, desenmascarando más miserias de las ya conocidas, o al menos mostrándolas más crudas. Y comenzó la escasez de camas en hospitales, oxígeno, personal médico y enfermería…también de paciencia. Llegada la ’luz al final del túnel’, también escasearon las vacunas. En ese contexto, también fueron escasos los gestos de quienes dicen trabajar para solucionar las cosas yendo desde mentiras para aprovechar la pandemia y posicionarse políticamente, pasando por acceso a las vacunas cuando no correspondía y llegando a incumplir las prohibiciones impuestas por ellos mismos a la vista de todos; eso sí, no fue exclusividad de esta región…las canalladas no conocen de límites fronterizos.
A este tétrico escenario, si algo no le faltaba, era una guerra en algún lugar del globo, pero se dio igual. Y como es sabido, la guerra, genera escasez. Ante el avance de una fuerza sobre un territorio, comienza la migración de la población en clara huida del conflicto (desde el comienzo hasta ahora, según la ONU, se han desplazado unas 14 millones de personas entre las que se mudaron a otra región de Ucrania y las que se exiliaron) y con ello todos los problemas que podamos imaginarnos: quilombos en el abastecimiento de combustible, comida, medicamentos, asistencia médica (mucho de ello derivado al frente de batalla) y la obvia tragedia humana que significa cualquier guerra. Eso, solo dentro del territorio porque, además, el quilombo se exporta. En un mundo globalizado todo repercute en todos lados en mayor o menor medida, y ni hablar en esta región. Pero si encima el conflicto es entre los mayores productores de morfi y petróleo, la escasez de estos, patea todos los precios para arriba.
Así nos encuentra el presente, con el invierno por delante, el combustible y la comida aumentando (Argentina importa GNL para abastecerse de gas y gasoil para levantar y transportar las cosechas, al mismo tiempo que exporta materias primas dolarizadas, trasladando el precio hasta la góndola) y con el frente externo a la miseria (escasez de dólares, por ejemplo, para pagar el GNL que se paga al contado y en verdes), y con las peleas intestinas en un gobierno que no termina de hacer pie, no comenzando la tan difundida obra del gasoducto desde Vaca Muerta que salvaría al país para siempre y no pudiendo llevar adelante alguna medida que desacople los precios locales de los internacionales, por escasez de ideas, de firmeza o de voluntad, solo parecen divisarse nubarrones en el futuro inmediato.
Pero no todo es pérdida: siempre hay quien gana, y si algo se beneficia de la escasez, eso es el capitalismo: ¿escasea el empleo? Perfecto, se contrata en peores condiciones y más barato; ¿escasea el alimento o el combustible? Mejor, su dueño gana más por precio que por cantidad. Y como alguien siempre se beneficia, parece que, sin importar el tendal de gente que queda en la lona, se puede decir que el problema fue solo de elección de trabajo, de inversión, de vida…algo que solo puede esgrimir quien posee esas opciones.
Lo cierto, es que como decíamos al principio, ’lo material’ no escasea, sólo no llega a todo el mundo (hablamos de comida y medicamentos principalmente y no de artículos de lujo) y para poder entender el porqué de esta realidad basta con mirar como funciona el sistema que rige actualmente: mientras la mayoría padece estas carencias, en mayor o menor medida, alguien saca rédito de ello. Y para que esta rueda siga girando se necesita de quien esté dispuesto a hacerlo y de quien cubra los pasos seguidos haciendo de garante: el capital y el estado. Solo necesitan convencernos de que podemos aspirar a salvarnos desde lo económico o que de última el Estado te protege para que dejemos de pensar que podemos pugnar por una vida mejor lejos de la competencia y la avaricia que impone este ritmo de vida.
Al final, quizás, lo único que escasea, es nuestra imaginación para encontrar una salida a esta encerrona.