“Dentro de poco tiempo se va a licitar un sistema de vuelos espaciales mediante el cual, desde una plataforma, que quizá se instale en Córdoba, esas naves van a salir de la atmósfera, se van a remontar a la estratósfera, y desde ahí elegirán el lugar donde quieran ir, de tal forma que en una hora y media podremos estar en Japón, Corea o en cualquier parte del mundo y por supuesto, más adelante en otro planeta si se detecta vida.” Carlos Saúl Menem.

“Síganme, no los voy a defraudar.” Carlos Saúl Menem.

La política, en general, nos tiene acostumbrados a discursos falaces o con verdades a medias (o mentiras a medias, depende de cómo se lo quiera ver), tergiversación de datos, exageraciones para un lado y para el otro, como, por ejemplo, bajar datos de pobreza o subir datos de producción, con tal de mostrar que lo que se está haciendo es “lo correcto”. Al mismo tiempo, se muestra lo muy equivocado que está el otro, el ya no adversario sino, el enemigo.

También se han tocado organismos como el INDEC, modificando algún numerito para poder sostener un cuento que no era del todo así. Pero de alguna manera, siempre había algún dato o información verificable que se podría, con ciertas ganas (muchas ganas a veces), llegar a tomar como válido. Es decir, a partir de un dato real y mucha interpretación, se armaba el famoso relato.

La nueva política, la de las redes sociales, nos viene a mostrar que eso ya no es necesario: solo se necesita instalar una idea, repitiéndola hasta el infinito para que la misma población comience a utilizarla como un dato cierto y confirmado. Claro, como ya hemos mencionado, las cámaras de eco amplifican y el algoritmo nos lleva siempre a nuestro sesgo de confirmación. Gol.

No es que sea nuevo ni un invento de Milei y su gente; de hecho, un asesor virtual, el jefe de los trolls de La Libertad Avanza, Fernando Cerimedo, ensayó mucho de lo que hace acá, en esta región, en la campaña de Bolsonaro en Brasil, de la mano de su ‘milicia digital’ (así figura en la causa penal que tiene en el país vecino), instalando cosas como corrupción y fraude unos días antes de las elecciones, por parte del otro candidato. Confirmada la mentira, ¿a quién le importa? Ya pasó.

En este contexto, vemos cómo el presidente y sus esbirros se la pasan todo el tiempo revoleando datos y mentiras sobre cualquier tema que les toque atender sin comprender (…o entendiéndolo todo) la situación social, el clima que se respira a su alrededor. Lo único que se busca, parece, es alimentar la batalla cultural con slogans y así, desde lo emocional, conseguir el apoyo necesario para avanzar con su plan económico (de haber uno, más allá del déficit cero), logrando que hasta el más pauperizado los banque con tal que no vuelvan los otros, los malos.

Entonces, subidos a ese pony, señalan cualquier cosa de kuka solo para anularlo en la discusión. Incluso se llega a escuchar en boca de legisladores no querer votar tal o cual ley, solo para no votar igual que el kirchnerismo (’…o antes me corto una mano’, como dijera Finocchiaro), sin importar sus convicciones (¿qué cosa?) o el fondo de las cuestiones; solo importa cómo los perciba su electorado. Una genialidad.

Lo importante, se reza, es que el enemigo desaparezca sin dejar rastros… pero no tanto, porque en realidad se necesita del monstruo para aglutinar voluntades. Por eso, cuando la cosa va más o menos, hay que volver a subir al ring a quien represente al cuco del momento, llámese Macri, Cristina o los setenta años de peronismo, todo es válido para despistar.

Esto se lo deben agradecer a los kukas, que se dieron mucho en utilizar esa herramienta, tachando a cualquiera que les dispute el sentido de las cosas como de derecha, porque claro, si es de derecha, no es popular y es malo. Todo vuelve.

“Entonces la pregunta final es, y si no es ahora, ¿cuándo? Es ahora, es ahora, porque esto nunca pasó en la historia, pero para que esto pueda perdurar, requiere que sea exitoso. Esto va a ser exitoso cuando haya crecimiento y el crecimiento se va a dar cuando ustedes decidan ponerle el hombro a sus ganas en el mercado, y eso es lo que nos falta. Así que, que Dios le diga a los argentinos que las fuerzas del cielo nos acompañen y viva la libertad, carajo.” Javier Gerardo Milei.

“Afortunadamente, tenemos buenas noticias: las indicaciones nos dan que el piso lo toco en abril y mayo. De acá por adelante solo quedan buenas noticias.” Javier Gerardo Milei.

Javier en el país de las maravillas

Ajenos a la realidad de las mayorías en el país, y con un discurso pseudo disruptivo, avanzan a paso firme, no hacia la libertad de todos, sino hacia los privilegios de los mismos de siempre que aplauden como focas el bizarro espectáculo de hacer mierda todo. No es que todo era paradisíaco, y acá vale la pena hacer un parate: no reivindicamos instituciones que por un motivo u otro (bajo salario, insalubridad, pésimas condiciones de trabajo, etc.) tratan mal a los pibes o a los viejos, como las escuelas, hospitales o el PAMI, pero poder asistir a un hospital, a una escuela o a la universidad eran cosas relativamente comunes para los habitantes de este país, sin importar la nacionalidad, y entendemos que una región sin esas cosas es incluso mucho peor que una que sí las tenga y funcionen mal; también entendemos que, a pesar de esto, para mucha gente es la única opción posible, ya que las escuelas privadas o las prepagas les quedan como un bien de lujo, lejos.

Ahora nos venimos a enterar que, en los otros países, los que son mejores que este, todo eso se cobra, y más si se es inmigrante. Ya hemos visto cómo primero arremeten contra una persona, sindicato, ente… cosa, lo desprestigian, inventando historias y números para instalar que ’eso’ o el salario de ’esas’ personas (pilotos, docentes, investigadores o el enemigo de turno… la gorra no, ese se ve que está bien) se paga con la leche que no toman los chicos de Santiago del Estero (hay que ser muy miserable para argumentar de esa manera) y que encima da pérdida o funciona mal, que en otro país funciona mejor, y que el mercado lo va a regular; por lo tanto, hay que cerrarlo o venderlo.

Para lograr esto, parece que basta con instalar la idea de cuánto cuesta mantener funcionando tal cosa, agregarle una pizca de con la nuestra, un puñado de en otros países eso no pasa, y decorar con kukas y argentinos de bien a gusto para terminar de convencer al último orejón del tarro de que, si no tiene acceso a cosas básicas, es por culpa del populismo, porque son caras (en su precio globalizado) o simplemente porque no las merece. ¡El capitalismo nada que ver, eh!

Es en esta ensalada que el presidente habla desde el Congreso, muy livianamente de 17,000% de inflación implantada sin decir de dónde saca esos números (da una vaga explicación matemática que no le cierra a nadie) ni qué significa implantada; se instala desde Miami la palabra auditoría cuando se habla de universidades, desconociendo el problema del financiamiento, a la que se suma la palabra eficiencia y meten en discusión la cantidad de graduados como si este argumento capitalista justifica todo lo que pasa en una sociedad; nos cuentan desde la internacional de derecha que los salarios le ganan a la inflación en términos reales, desconociendo la pérdida ocasionada desde su asunción; habla desde la ONU que los comunistas son un peligro para la población y él, muy de bien, vende una inflación de 1,5% que Argentina no ve desde hace tiempo; reunido con su amiguito Elon, nos dice todo lo que va a invertir mientras no llega un peso y se enoja si alguien le marca que no entró un dólar fresco en inversiones; pero lo peor es que no importa desde qué viaje o qué programa de tele de los 90 trate de instalar que los jubilados ganan más en dólares, cuando los precios de alimentos y remedios aumentaron muy por encima de las jubilaciones, les vete un magro aumento y se junte con tamaña caterva de personajes a comer un asadazo.

Más que ajeno, lejano a cualquier sensibilidad, el mismo día que se conocen los datos de pobreza, con una estrepitosa subida (sí, desde que asumió a la fecha, creció alrededor de diez puntos… básicamente, se fue a la mierda), sale acompañado de una conductora televisiva a saludar desde el balcón de la Casa Rosada a nadie, porque nadie lo estaba esperando, sino que fue una puesta en escena para mostrarse ‘positivos’ en medio del desastre. Hasta el vocero presidencial, que tuvo una brillante, meteórica y envidiable carrera desde diciembre, ostentando la mejor paritaria de la historia, tuvo que salir a aclarar que el presidente “no está disociado de la realidad”.

Como no pasan cosas, se prende fuego la provincia de Córdoba, no la asiste sino hasta que la ayuda llega de parte de un opositor, dejándolo en orsai, va tarde de visita vestido de milico, como jugando a ser un comando (que flashearán con esas ropas él, Petri, Bullrich, ¿no?) y ni siquiera llega hasta la zona del desastre donde lo esperaban un montón de bomberos re calientes por dejarlos plantados. Y para calmar las cosas, instalan con todas sus fuerzas (no, las del cielo no, ¡Dios no lo permita!) que fue la Cámpora y que ya había diecisiete detenidos, obligando al ministro de justicia de Córdoba primero y luego al Ministerio Público Fiscal a desmentir terrible mamarrachada.

Otro ardid exacerbado hasta el infinito es acusar de dar pérdidas a cualquier ente que el gobierno nacional no quiere bancar más, principalmente desde un punto de vista ideológico o filosófico, convencidos de que las cosas que no dan ganancia monetaria deben cerrar. ¿De dónde sacarán que un hospital debe dar ganancias cuantificables? Y lo decimos así porque hay otro tipo de ‘ganancia’ que no se puede medir de esa manera, como la ganancia social, que viene de la mano de la salud pública (pensemos solamente en la vacunación, o por exagerar, en una epidemia y cómo sería si no pudiésemos atendernos de forma gratuita), el conocimiento generado en universidades o entes como el CONICET (y lo que llama la atención acá es que también generan guita, y en todo caso, un capitalismo más sofisticado). ¿Qué ganancia deja que la población coma? ¿Debería dejar? Y ese es el nudo que ata, que asocia todas sus ideas y valores, la mercantilización extrema de toda la vida, buscando rendimientos, y que cualquier cosa que no cumpla con esos parámetros debe ser destruida.

Para cerrar la descripción del maravilloso mundo de Javier Gerardo, basta con escuchar sus palabras en el discurso de Parque Lezama, cuando hablaba de que logró desactivar el 95% de pobres al que hubiese llegado Argentina si no fuera por él y su intervención divina, o, como dijo en su canal amigo, *‘El PBI, con un riesgo país de 3000, sería de USD 400.000 millones y, con un riesgo país de 1100, es de 600.000 millones. Es decir que la sola mejora que hicimos en el plano fiscal implicó que todos los argentinos son 50% más ricos’. Se nota la riqueza con solo salir por el barrio…

“Para escapar de su miserable suerte, el pueblo tiene tres caminos: dos imaginarios y uno real. Los dos primeros son el bar y la iglesia; el tercero es la Revolución Social.” Mijail Bakunin.

Una vuelta de tuerca

Con el correr de los años, se ha profundizado la idea de que cada quien se salva solo, por su cuenta, y eso vino asociado a que está bien si para lograrlo es necesario hundir a otro, dejando de lado la idea de solidaridad, de pares, de compañeros, para ser ocupadas por competencia, adversarios y enemigos en todos los ámbitos de la vida. De la cuna a la tumba, parece ser que lo importante, el éxito, está ligado a la acumulación de lo material que, si bien es necesario para la reproducción de la vida, es solo una ilusión que se verifica en el capitalismo.

Durante mucho tiempo se ha rezado la frase ’el trabajo dignifica’ como si ser explotado o autoexplotarse solo para sobrevivir nos ubicara en el pedestal de pobre, pero digno; luego se pudo responder que ’el esclavo también tenía trabajo, dignidad te da un buen salario’, pero esto parece colocar al salario como dador de dignidad, y sobran ejemplos de funcionarios con salarios mucho más que ‘dignos’, que nada tienen de dignidad. El problema reside en utilizar términos capitalistas para querer decir algo diferente o con un significado diferente.

¿No habría mucha más de esa dignidad en trabajar cuando es necesario y porque es necesario en beneficio de todos, en vez de hacerlo solo para llegar a fin de mes y que unos pocos se enriquezcan? ¿Qué tanto mejor sería entender que colaborando se logran muchas más cosas que compitiendo? Muchos años de tragar veneno tenemos encima para que, cualquiera que nos pase cerca, nos genere desconfianza y, ante la duda, prevalezca la distancia. De la conciencia de clase al sálvese quien pueda solo han pasado unas décadas, donde el Estado y el Capital no escatimaron en difamaciones, represiones y persecuciones; también decepciones y traiciones, al ver cómo un ‘compañero’ se transformaba en empresario a través de jugosos acuerdos personales con la patronal o a partir del manejo de la obra social del sindicato… y funciona. Hoy, todo esto parece estar más vigente que nunca.

La política reciente también nos mostró que rejuntar monigotes solo para ganarle al otro no sirve más allá de la contienda electoral y, para ganarle a esta derecha, se termina siendo funcional a esta otra derecha… *pelea donde, sin importar quién gane, siempre perdemos. A pesar de todo esto, siempre aparecen, en medio de crisis económicas y sociales, sobradas muestras de solidaridad y compañerismo, que valen la pena rescatar; cambiar el enfoque quizás nos permita ver que un camino diferente es posible, aunque no sencillo, para salir de la trampa electoral y sus supuestos benefactores; otra mirada quizás nos permita entender que, si tanto esfuerzo se puso en separar, atomizar a las grandes mayorías, es porque en la unión de los explotados, los excluidos, radica el sendero a transitar para lograr la revolución social.