La vorágine política, como consecuencia de la disputa hacia dentro del Frente de Todos en el gobierno, se degluta con el correr de las horas temas que, por propio peso específico, perdurarían más tiempo en la arena mediática. Es más, la intención primaria de esta nota era hacer foco en la tensión que hace algunos días atrás alteró el tablero programático hacia dentro de la coalición gobernante a partir del “tire y afloje” entre los movimientos afines al albertismo (¿existe realmente algo así?), por un lado, y La Cámpora (esa eterna juventud sub-50 que reclama las banderas impolutas del mismísimo general. Aunque no sabemos si las del 43 o del 46, o del 55 o las de principios de los 70) afín a la excelentísima estadista kirchnerista.

Sin embargo, entre esos pocos días pasados y esta semana, renunció el ministro de Economía, Martín Guzmán generando un salto exponencial de la divisa norteamericana con la consecuente suba “por las dudas” de los precios de toda índole, sean estos alimenticios, insumos, construcción, salud, y un sinfín de etcs.  Presión contra el peso, corrida del mercado, aumento desmedido de las distintas cotizaciones del dólar, devaluación encubierta, debilidad política, economía endémica. O todas ellas juntas pueden servir de sustento teórico para explicar la debacle programática de quiénes volvieron para ser mejores. A Guzmán lo sustituyó Silvina Batakis y con sólo escucharla hablar podemos concluir que “el problema” no era Guzmán ya que, según propias palabras de la flamante nueva ministra, vino a cumplir los objetivos del “plan económico” diseñado a partir del arreglo con el FMI. Más de lo mismo. Ajuste.

Dentro de este contexto la pelea por “la caja” entre movimientos sociales y el kirchnerismo adquiere nueva relevancia política ya que, en pocos meses, toda discusión será a partir del “año electoral” que se avecina. Y todo parece indicar que, de mantenerse los lineamientos generales del acuerdo con el FMI, las estadísticas de pobreza, indigencia y mal humor social aumentarán o, como mínimo, se mantendrán en los números actuales.

La pelea por la caja lo que desnuda es la fragilidad programática entre presidente y vicepresidenta. Esa implosión sin fin hacia dentro de las diferentes vertientes que conforman el frente gobernante son consecuencia directa de la derrota en las elecciones de medio tiempo. Hoy simplemente lo que hace es mostrarse en carne viva ante el menor contrapunto entre unos, que se posicionan como salvoconductos del capitalismo, a partir del clientelismo social que les brindan los movimientos sociales y otros; que pretenden humanizar las relaciones capitalistas, por ejemplo, a partir de la idea/fuerza de Cristina Fernández de “pleno empleo” sin especificar cómo y cuándo (¿Entenderá como pleno empleo el tan discursivamente defendido Salario Básico Universal, el cual para muchos no deja de ser una medida demagoga? ¿O de qué hablará cuando habla de pleno empleo?)

Quien sintetiza de manera descarnada el trasluz de la pelea es Andrés Larroque, “la clave es que el Estado gobierne la economía y genere oportunidades para el conjunto de la sociedad. Resignarnos a que hay una economía paralela es un error. Puedo entender eso de un gobierno neoliberal como el macrista, pero nosotros no podemos dejar a la deriva a inmensos sectores de la sociedad”. La historia reciente, el contexto actual, las estadísticas sociales, oficiales y no oficiales, parecen ir a contramano de la síntesis política de Larroque. Dentro del Estado todo, fuera de él nada.

A modo de cierre algunos, algunos datos “fresquitos”, que ridiculizan lo que el Cuervo y otros profesionales de la política sostienen: “la inflación de junio fue de 5,3% y en los primeros seis meses del año acumuló una variación del 36,2%, informó el Indec. De esta manera, la suba de precios interanual, es decir la de los últimos doce meses, alcanzó un 64% y volvió a ser la cifra más alta de las últimas tres décadas”.

A buen entendedor, pocas palabras.